La fuente de la juventud, Lucas Cranach el Viejo
El inexorable destino de todos los hombres es la muerte con independencia de su sexo, edad o condición social y precisamente por ello, todas las culturas han tratado de encontrar fórmulas mágicas que ayuden a evitar el fatídico destino que nos aguarda, una de estas fórmulas más populares es el mito de la fuente de la juventud: según la leyenda quien bebe o se baña en la mística fuente puede alcanzar la juventud eterna e incluso la inmortalidad.
La leyenda ha sido muy popular en distintas culturas, ya los antiguos historiadores como Herodoto se hacían eco de un manantial que le permitía a los etíopes vivir hasta los 120 años, pero también en las crónicas persas, en las de Alejandro Magno o incluso en la misma Biblia se habla del poder curativo de la mítica fuente. Pero precisamente fue en la Edad Media, con una versión cristianizada del mito de la fuente de la juventud cuando ésta alcanzó su máximo apogeo y durante la Edad Moderna el mito se volvió de nuevo a revalorizar con los descubrimientos del Nuevo Mundo de hecho, parece ser que Ponce de León buscaba la fuente en su descubrimiento de la península de Florida.
La obra que aquí analizamos es una interpretación del pintor alemán Lucas Cranach el Viejo de La fuente de la Juventud. Se trata de un óleo sobre tabla que data de 1546 que tiene unos ciento ochenta y cinco metros de anchura y ciento veintidós de altura; en la actualidad la pieza se exhibe en la Pinacoteca de Berlín. El artista ha establecido una composición que se divide en dos zonas bien diferenciadas marcadas por la fuente de Venus que aparece en medio de un estanque.
En la zona izquierda de la composición podemos apreciar un paisaje yermo y agreste, con rocosas montañas y escasa vegetación; a esta zona llegan un buen número de mujeres, cada una de ellas de una manera distinta dependiendo de su condición social (en carro, ayudada por sus familiares etc.) todas se desnudan para introducirse en las milagrosas aguas y es en la zona derecha de la composición donde se ha obrado el milagro, las mujeres vuelven a ser jóvenes de tersos cuerpos y bello rostro. Algunas bailan, se cubren pudorosas y otras ríen o se besan entre ellas. Las damas que salen de la fuente se dirigen hacia un vestidor, donde un hombre les espera para abrirles la puerta. La zona derecha de la composición se completa con una verde y frondosa pradera donde las damas disfrutan de la música y de un espectacular banquete.