La muerte de la Virgen de Van der Goes
Esta obra que representa la escena bíblica de La muerte de la Virgen la pintó el artista Hugo van der Goes, uno de los maestros más destacados de la pintura flamenca de mediados del siglo XV, con obras tan espléndidas como el Tríptico Portinari.
Y además, Van der Goes, es uno de los pocos personajes de aquel momento del que poseemos ciertos datos sobre su vida personal. Por ejemplo, se sabe que pasó los últimos años de su vida retirado voluntariamente en un monasterio, donde sobre todo sufrió atenazado por un sentimiento de culpa por lo hecho en su vida, alternando esa fase con ataques de profunda melancolía.
Eso nos habla de cierta personalidad atormentada y profunda, además de un carácter muy religioso, lo cual también es bien visible en su producción pictórica, que tiene elementos que los diferencian de otros artistas flamencos contemporáneos como Jan van Eyck.
Mientras Van Eyck pintó obras como el famoso Matrimonio Arnolfini en los que se respira una atmósfera de placidez, en el caso de Van der Goes con obras como La Muerte de la Virgen hay algo más de tristeza, y no solo por el tema elegido, sino también por el modo de hacerlo.
Por ejemplo, basta observar con detenimiento la reacción que tiene cada uno de los doce Apóstoles ante el fallecimiento de la madre de Dios. Todo un rosario de expresiones que van desde la actitud serena y un tanto reflexiva, hasta los ademanes que delatan una apasionada condolencia e incluso alguno que parece completamente ausente.
Por otro lado también es sumamente interesante fijarse en la composición de la escena. Un intento más que valorable de distribuir de forma clara todos los personajes, sin que quede ninguna parte de la tabla vacía. Como muestra llaman la atención los dos apóstoles del primer término y la aparición que se ve encima del lecho de María. Una composición en el que los movimientos y posturas de los personajes nos pueden llegar a parecer incluso algo distorsionados y forzados, pero lo cual al mismo tiempo ayuda a expresar la agitación del momento, que contrasta de forma clara con la serenidad del cuerpo de la Virgen, la cual se podría pensar que en ese mismo instante está gozosa ante la contemplación de como su hijo le está esperando en los cielos.
En definitiva este cuadro de Hugo van der Goes que hoy se muestra en Bélgica, en el Museo de Brujas, es un magnífico ejemplo de cómo en la pintura flamenca del siglo XV se estaban manteniendo algunas de las características del arte gótico a la vez que se incluían elementos propios de la pintura renacentista, que aunque generada en Italia, al sur de Europa, estaba llegando también a las tierras del norte del continente.