Virgen en Majestad de Cimabue
Esta tabla pintada la templo la realizó el pintor italiano Cimabue hacia el año 1285 para la iglesia de la Santa Trinitá de Florencia, si bien en la actualidad, ya no se conserva allí, sino en las salas de la Galería de los Ufizzi, donde cuelgan junto a otras obras similares como la Madonna Rucellai de Duccio Buonisegna o la Madonna Ognisanti de Giotto. Es decir, una buena triada de obras que representan las distintas escuelas de la pintura gótica en Italia.
En concreto, Cimabue, con obras como esta o algunas otras realizadas en Florencia, como el Cristo de Santa Croce, representa la escuela florentina y es el gran maestro de Giotto. En este caso vemos una representación de la Virgen en Majestad, que acoge casi como un trono a su hijo. Un tipo de representación que se conoce simplemente como Maestà.
La idea es presentarnos a María como una intermediaria entre nosotros y su hijo, cuya existencia ya habían anunciado a los fieles los cuatro profetas que están en la parte inferior de la tabla, bajo las arcadas. Se trata de Isaías, David, Abraham y Jeremías.
Y dos características llaman inmediatamente la atención al contemplar la obra. Por un lado, su característico tono dorado. Y por otro su gran tamaño, ya que la tabla mide 385 cm. de altura por 223 de anchura.
Cimabue es un paso muy interesante en la evolución de la pintura. Por una parte es obvio que se trata de un pintor de la Edad Media, con influencias tan potentes como la de la arte de los mosaicos bizantinos, de ahí los fondos dorados de la tabla. Pero sin embargo, está dando unos pasos muy importantes hacia un mayor conocimiento de las formas. O sea, es el comienzo hacia la representación de la naturaleza que caracterizará la pintura florentina durante los dos siguientes siglos.
Es indudable que nos presenta unos cuerpos que ya nos son tan planos como en pinturas precedentes. Está buscando la tridimensionalidad, tanto de los cuerpos como del espacio que los envuelve. De ahí, que el trono se arquee alrededor de María, y la posición de los ángeles que lo sostienen se adapte a esa peculiar curvatura. Ese intento es lo que hace que sea un pintura relevante en la evolución de la historia del arte.
Si bien hay críticos que no conciben a Cimabue como un avanzado de su tiempo, sino más bien como un ejemplo del final de una época, creyendo que es más una muestra de la decadencia del arte gótico del Trecento que un paso adelante camino del arte renacentista que surgirá durante el Quattrocento.
Quiénes piensan así se apoyan en otros detalles, como por ejemplo que todos los rostros son iguales (sobre todo los de los ángeles). Y que por mucho que haya cierto movimiento en las posturas, todavía no se ha liberado del hieratismo medieval. E incluso su fama y prestigio en su época se debió a su particular forma de pintar que se denominó alla maniera greca, por su influencia bizantina.