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El matrimonio Arnolfini de Van Eyck

Publicado por A. Cerra

Retrato del matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck

Se trata de una tabla pintada al óleo en el año 1434, y que se expone en la National Gallery de Londres.

Es un momento en el que en los artistas de los Países Bajos están experimentando con nuevas técnicas de pinturas, más concretamente se están inventando lo que será la pintura al óleo. En este caso, Jan Van Eyck pinto primer el dibujo en un temple muy acuoso, al que posteriormente aplicó una capa de barniz aislante, para finalmente darle el color a la escena con pinturas al óleo. Esta técnica y los nuevos materiales son muy importantes para apreciar la pintura gótica flamenca, corriente artística de la que los hermanos Van Eyck y Roger van der Weyden son sus representantes más destacados.

Los óleos van a significar para la pintura aplicar tonos de color y brillo hasta entonces imposibles en las pinturas murales y en las realizadas con la técnica del temple. Además de que el óleo sea mucho más rápido y permite aplicar sucesivas pinceladas mezclándose mejor los tonos.

Junto con el Políptico del Cordero Místico y La Virgen del Canciller Rolin, el retrato del Matrimonio Arnolfini son las tres obras maestras de Van Eyck. De hecho, se considera como uno de los primeros retratos dobles o de bodas de toda la Historia del Arte, aunque si aparecían en los mosaicos de la época romana. Y a este matrimonio únicamente asisten como testigos dos personajes, el propio pintor y un acompañante que se ven reflejados en el espejo convexo, que ocupa el centro del cuadro. El propio Van Eyck deja bien clara la intención del cuadro, y encima de ese espejo se pude leer en la pared: “1434. Yo estuve aquí”.

Si uno se fija atentamente en este espejo se ve además al matrimonio Arnolfini, esta vez vistos de espaldas. Y no sólo eso, sino que la idea del autor es que el espectador también sea partícipe y se vea en él representado, una especie de juego con el espectador muy del gusto de la época.

Es una obra ante la que uno puede pasar horas viendo todos y cada uno de los detalles en los que se esmeró el pintor, además de valorar la extraordinaria calidad de su arte, con una pintura llena de transparencias y viveza, a lo que sin duda ayudan sus experimentaciones con la nueva técnica del óleo que proporciona brillos, reflejos y tonos hasta entonces imposibles.

Y si algo caracteriza a la pintura flamenca de la época Gótica es su gusto por el detalle y la aplicación de una pincelada minuciosa. Basta comprobarlo en el cuidado que se ve a la hora de pintar los trajes de los protagonistas donde se aprecian los ricos encajes de la época, los detalles de la lámpara de la sala, incluso se puede descubrir como el perro está pintado pelo a pelo. Y no es casual la presencia de este perro, ya que era símbolo de fidelidad.

Pero el grado sumo del detalle se descubre en el espejo, donde vemos otro punto de vista de la escena, pero además en el marco aparecen diez pequeños círculos, que simulan pequeños esmaltes en los que se distinguen pequeñas escenas que relatan la Pasión de Cristo.