La muestra de Gersaint de Watteau
A lo largo de su corta vida, Jean Antoine Watteau pintó varias obras maestras como Fiesta en un parque o Embarque para Citerea. Y de todas ellas, la que se considera su última gran creación es este lienzo de La muestra de Gersaint del año 1720 y que se puede ver en el Palacio de Charlottenburg de Berlín. Un cuadro de dimensiones considerables ya que tiene más de 3 metros de anchura y 166 centímetros de alto.
El cuadro fue un encargo del anticuario Edmé François Gersaint que también era amigo suyo. De hecho, vivió con él sus últimos años de vida. El objetivo era decorar su negocio “Au grand monarche”. Por eso el lienzo es la representación de una auténtica galería de arte, en la que además podemos apreciar los gustos que triunfaban en la época. Por ejemplo, se puede descubrir que en los lugares más visibles de la galería están los cuadros de temas mitológicos cargados de sensualidad. Mientras que en las zonas más altas, y por lo tanto los menos llamativos, hay obras de carácter religioso.
Además vemos el ambiente y el trabajo que habría en estos lugares comerciales, que mezclaban el arte, la economía y las relaciones sociales.
En el lado izquierdo se ve a un muchacho guardando un cuadro que sería un retrato del rey Luis XIV, un monarca ya fallecido y que ya no era una efigie de moda. Está claro que la intención del pintor era evidenciar el cambio que eso había supuesto y que había llegado una época más ligera y frívola.
En el centro vemos a un joven que está invitando a una dama a entrar a la galería. Se ha especulado con que fuera un autorretrato del propio Watteau. A esa mujer la vemos de espaldas, pero el tratamiento de su presencia es exquisito, ya que con su vestido rosa y plata ilumina toda esa zona, además de que el brillo y textura del vestido es sensacional.
Un poco más a la derecha vemos un cuadro ovalado, el cual es presentado por el propio Gersaint a unos aristócratas. La escena no puede ser más del gusto rococó. Es la representación de unas ninfas desnudas que se están bañando. Los posibles compradores lo observan con todo detalle y con pasión, de hecho, uno de ellos, está arrodillado para ver todos los detalles de cerca. Lo cual no deja de tener un tono un tanto irónico, como si el pintor se burlara sobre el gusto y el esnobismo de las clases más adineradas, que al fin y al cabo eran las que le compraban a él sus cuadros.
Otros aristócratas, ataviados por sus pomposos trajes y sus pelucas están mirando un pequeño cuadro que les muestra la señora Gersaint en el mostrador.
Es decir, de alguna forma es una escena de género, de costumbres, pero vinculado con el arte y su comercio. Y en un mundo un tanto artificial, no se olvida de poner en la esquina inferior derecha hay un perro rascándose, lo cual es un detalle de realismo, que no suele ser muy habitual en el arte rococó.