Salvator Mundi de Fra Bartolomeo
El verdadero nombre de este monje pintor fue Bartolomeo Pagholo del Fattorino, y aunque también se le conoce como Baccio della Porta, ha pasado a la posteridad por los cuadros de temática religiosa que realizó como Fra Bartolomeo.
Fue un pintor de la Toscana y que trabajó durante en la época renacentista, ya que nació en 1472 y falleció en 1517. Su obra pictórica la desarrolló principalmente en la ciudad de Florencia y en sus alrededores. Comenzó a formarse siendo un adolescente en el taller de Rosellini, y siendo muy joven se independizó junto a Mariotto Albertinelli.
En paralelo a su vertiente artística, está su vida religiosa, en la que se convirtió en ferviente seguidor del monje dominico Girolamo Savonarola, al que llegaría a retratar. De hecho, por él ingresó en el convento dominico de El Prato, y más tarde se trasladó al convento de San Marcos de Florencia, donde por supuesto dejó su huella en forma de pinturas.
En lo referente a sus influencias, el arte de Fra Bartolomeo tiene algo que recuerda al arte flamenco, y pero también hay rastros contemporáneos e italianos como la pintura del veneciano Giovanni Bellini y la del gran Leonardo da Vinci.
En esta imagen de Salvator Mundi en la que vemos a Cristo acompañado por los Cuatro Evangelistas, se observan algunos de los elementos definitorios de su modo de pintar. Un óleo sobre tabla de dimensiones considerables (282 x 204) que pintó hacia el año 1516 como retablo para la iglesia de Santa Annunziata de Floreencia, aunque hoy en día se conserva en la Galería Palatina de Palacio Pitti de la propia capital de la Toscana.
Es una representación dominada por los gestos reposados, que trasladan paz, pero también están plenos de significados y simbolismos. Basta con fijarse en la figura central de Jesús, monumental como una estatua pero que al mismo tiempo es humana y misericordiosa. De hecho se le presenta como Salvador del Mundo. Un mundo representado en este curioso paisaje circular que flanquean dos angelotes en la parte baja de la escena.
Y también es de lo más significativo el gesto de uno de los apóstoles que señala al altar que habría frente al retablo y también a los fieles que asistirían a la misa. Ya que con ese gesto parece señalar al cáliz y la hostia que protagonizan la comunión y la eucaristía, un tema bastante habitual en esos años.
En definitiva, estamos ante una composición muy sencilla, tanto en el color como en el fondo arquitectónico. Todo muy equilibrado pero capaz de irradiar solemnidad. Algo que otros pintores de su época o posteriores valoraron mucho como Pontormo e incluso Rafael.