La Virgen con algunos santos de Bellini
Durante los años del Renacimiento el gran artista surgido de la poderosa ciudad ducal de Venecia fue el gran Tiziano, cuyo prestigio traspasó todas las fronteras gracias a maravillosas obras como la Venus de Urbino, e incluso se convirtió en el pintor favorito de uno de los hombres más poderosos de su tiempo, el emperador español Carlos V, a quién le realizó varios retratos.
Sin embargo, la ciudad de Venecia dio otros muchos pintores durante ese periodo. Uno de ellos fue Giovanni Bellini (1431? – 1516). Este artista es un tanto anterior a Tiziano, pero en él ya se ven algunas de las características de la pintura veneciana que la hacen única y que llevó a su máxima expresión el gran maestro.
Muchas de ellas se observan en este cuadro que representa a la Virgen María con el Niño como si estuviera entronizada ella y sirviendo de trono para su hijo, mientras la acompañan y reverencian otros santos. La obra la pintó en el año 1505 y se encuentra sobre el altar de la pequeña iglesia veneciana de San Zacarías.
Al ver la obra en su emplazamiento, la primera sensación que proporciona es de una luminosidad muy intensa, especialmente gracias a la densidad y riqueza de los colores con los que fue pintado. Y es que el extraordinario dominio del color por parte de los artistas venecianos es lo que define su pintura. De entre todo ese colorido destaca el centro de la composición, es decir la atmósfera dorada y cálida que invade la hornacina en la que sitúa a la Virgen con el Niño, que levanta la mano en actitud de bendecir a los santos presentes en el cuadro, pero también a los fieles que acuden a la iglesia a contemplarlo.
A sus pies, se ve a un ángel sentado que toca el violín Este personaje y su música se ubican en la misma vertical que los protagonistas, mientras que a los lados, en actitud muy reposada se distribuyen el resto de figuras. Es por lo tanto, una composición muy armónica y equilibrada basada en una simetría que no da la sensación de rigidez.
Allí están San Pedro con su llave y su libro. Santa Catalina con la palma del martirio y la rueda rota. Santa Apolonia también con su palma y las tenazas. Y San Jerónimo, el erudito que fue capaz de traducir la Biblia al latín, por eso lo vemos leyendo el libro.
Es decir, todo responde a la iconografía más habitual. Y todo dispuesto de forma simétrica. Y sin embargo, Bellini no crea un friso de figuras inmóviles, sino que fue capaz de dotar de vida a ese esquema equilibrado y simétrico. Son personajes que no solo enmarcan a la Madonna, tiene su propia personalidad, y como nota típicamente del arte renacentista, se trata de figuras de porte casi escultórico, con su volumen y una presencia importante, o sea, se podría decir que monumentales. Un concepto que no tiene nada que ver con el tamaño.