Pietà de Bellini
Durante los años del Renacimiento se realizaron multitud de obras de arte que representaban la Piedad, o Pietà en italiano. Y se hicieron por toda Europa, como se puede ver con esta Piedad francesa o esta otra italiana que pintó Il Perugino. Si bien es cierto que pocas o ninguna alcanzaron el nivel de sentimiento que nos traslada la famosa Piedad del Vaticano que esculpió Miguel Ángel.
Incluso hubo artistas que pintaron este tema, en varias ocasiones, como por ejemplo Giovanni Bellini (h. 1430 – 1516) quien realizó la obra que aquí vemos, así como otra escena de la Piedad anterior en la que vemos a los personajes de pie.
Pero este óleo pintado sobre tabla que se conserva en la Galería de la Academia de Venecia es una representación mucho más usual. Ya que generalmente la Virgen María suelen estar sentada en el suelo en un gesto humilde y también desolado, mientras está soportando el cuerpo inerte de Cristo, en el que se ven las heridas que le han causado la muerte. Es decir, es un tipo de escena con la que se intenta transmitir una dolorosa sensación de agonía.
No obstante, no eran iguales las imágenes de la Piedad que se creaban para las iglesias destinadas a ser vistas por muchos fieles, que aquellas que se realizaban para ámbitos más privados, como ocurre con este caso. Y es que en estas privadas suele haber una mayor contención. Por ejemplo, aquí vemos que las heridas en el costado, las manos o los pies de Jesús son pequeños agujeros sin apenas protagonismo.
Aquí todo el sentimiento recae en el gesto de María que parece acunar el cuerpo adulto de su hijo, mientras lo mira con una expresión cansada y dolorida. Una escena que ocupa el primer plano de la escena, de manera que por sus dimensiones en comparación con el paisaje que les rodea y se pierde hacia el fondo, parecen ser auténticos monumentos. A esa sensación también ayuda la composición triangular de la pareja, que casi toda ella está encerrada por el triangulo que forma el vestido azul de la Virgen.
Este color hace que se aíslen del resto, pero además esa separación se remarca por un seto florido que se desarrolla tras ellos y hace de barrera, respecto al entorno. Es como si el pintor con ese detalle hubiera querido remarcar el carácter atemporal de esos personajes, la escena y su dolor.
Por cierto, el paisaje que se ve al fondo no es real en el sentido de que sea un enclave concreto, pero sí que es real al estar compuesto por parajes y monumentos que sí existían en aquel momento y que se ubican en la zona del Veneto. Por ejemplo, se puede identificar la Catedral de la ciudad de Vicenza o el campanario de San Apolinar Nuovo de Ravenna.