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El festín de los dioses de Bellini

Publicado por A. Cerra

El festín de los dioses de Bellini

Giovanni Bellini (h. 1430 – 1516) fue extraordinariamente famoso en su tiempo por sus obras de carácter religioso que decoraban las mejores iglesias de su Venecia natal. Los ejemplos en este sentido abundan como su Pietá o la famosa imagen de La Virgen con algunos santos. Sin embargo, Bellini no solo pintó cuadros de temática religiosa, también hizo unas pocas obras de asunto mitológico como por ejemplo esta que nos ocupa de El festín de los dioses.

El artista comenzó trabajando en el taller familiar de su padre, Jacopo Bellini. Allí aprendería junto a su hermano, Gentile, todas las técnicas del oficio. Desde el preparado de tablas y lienzos, hasta el molido de los pigmentos. Además de que recibiría todos los trucos para saber dibujar y pintar, ya que se sabe que su padre realizó numerosos cuadernos relatando todas esas técnicas con un carácter muy didáctico.

Todo ello sin duda Giovanni lo aprendió con destreza, y en especial el asunto de los colores, algo muy característico de toda la pintura veneciana. Y para explotar todavía más esa veta colorista, decidió abandonar la técnica de la témpera mezclada con huevo ya que le parecía que daba tonos muy apagados. Por eso investigó en la nueva técnica del óleo que había llegado del norte de Europa.

Esa nueva técnica iba a ser todo un descubrimiento para él ya que le permitía hacer nuevos modelajes, así como mezclar y remezclar colores, lo cual creaba vigorosos efectos tanto de luz como de sombras.

Todo ello se nos muestra en todo su esplendor en esta obra que ya realizó en sus últimos años de vida, en 1514 y que hoy se guarda en la Galería Nacional de Arte de Washington en Estados Unidos.

En él vemos un grupo numeroso de personajes bañados por una intensa luz, que todavía destaca más sobre el fondo oscuro que supone el bosque donde se ambienta la escena. Son todos seres mitológicos en pleno festejo dominado por el dios del vino: Baco. Es una escena inspirada en la obra poética Fastos de Ovidio. Allí están todos los episodios que nos relata como que la ninfa Lotis esté durmiendo borracha, y como el dios de la virilidad Príapo le intenta levantar la falda. También andan un poco bebidos Júpiter, Mercurio estirado sobre un tonel o Poseidón cortejando a deidades tan terrestres como Cibeles o Ceres.

El uso del color en esta obra es verdaderamente notable. Bellini utiliza una paleta de colores vibrantes para dar vida a los personajes y al paisaje. Los colores cálidos y fríos se mezclan de manera armoniosa, creando un equilibrio visual que atrae al espectador. Los tonos dorados y rojizos de la piel de los dioses contrastan con los tonos azules y verdes del paisaje, creando una sensación de profundidad y tridimensionalidad.

Además, Bellini demuestra un gran dominio de la técnica del claroscuro, que consiste en jugar con las luces y las sombras para dar volumen y profundidad a las figuras. Esto se puede apreciar especialmente en la figura de Baco, cuyo cuerpo parece tridimensional gracias al contraste entre las zonas iluminadas y las zonas en sombra.

Pero más allá de lo que narra, lo interesante es el color de Bellini, que sin duda conocía y admiraba a Giorgione, y que a su vez será todo un referente para Tiziano. De hecho se dice que Tiziano, después de 1516, año de la muerte de Bellini, modificó ligeramente el paisaje de esta tela, ya que debía acompañar a sus cuadros de la Banacal y la Ofrenda a Venus en una de las estancias que poseía el duque de Ferrara.

La influencia de Bellini en la pintura veneciana es innegable. Su uso innovador del color y la luz, así como su habilidad para capturar la belleza y la majestuosidad de la mitología clásica, dejaron una huella imborrable en el arte de su tiempo. A través de obras como «El festín de los dioses», Bellini demostró que la pintura podía ser mucho más que una simple representación de la realidad: podía ser una ventana a un mundo de belleza, misterio y emoción.