La orquesta de la ópera, Degas
A lo largo de los años los distintos estilos artísticos han ido imponiendo diferentes estéticas que han conformado las corrientes artísticas pero además, en el estudio de la pintura se puede apreciar igualmente una evolución en los temas de las obras; en esta ocasión, la obra que aquí analizamos nos permite comprender la nueva temática que se desarrollara en la estética impresionista. Los músicos de la Orquesta de Degás son una de las mejores muestras del gusto de los impresionistas por representar escenas de ocio.
Más conocido simplemente como Degás (1834 – 1917), es uno de los artistas más reconocidos e importantes del impresionismo, pese a iniciarse tarde en el mudo de la pintura – el artista primero se decantó por la carrera de derecho – su obra es una de las más valoradas en los círculos artísticos. Su formación en el mundo del arte comenzó con autores de segunda fila como Barcias y Lamothe pero quizás lo que más le influiría fueran sus viajes a Italia y las continuas visitas que hacía a las exposiciones de arte.
Los músicos de la orquesta, también conocida como la orquesta de la ópera es un óleo sobre lienzo con un formato vertical que mide unos 56 cm de altura y 46 cm de anchura. En la actualidad la obra se expone en el Museo de Orsay de París y está fechada en los años finales de la década de los 60, entre los años 1868 y 1869.
En esta ocasión el artista nos presenta una nueva perspectiva del espectáculo de la danza que generalmente no suele ser objeto de la representación en la pintura y sin embargo es parte fundamental del espectáculo de la ópera. Aprovechando la presencia de un amigo del artista, el músico Desiré Dihau, Degas representa el foso es decir, el lugar del teatro que ocupaba la orquesta. Dihau toca enérgicamente el fagot en la obra de Degas y para poder representarlo en el centro de la composición el artista hubo de trasformar la colocación habitual que la orquesta tenía en el escenario.
Rodeando a Dihau, aparecen el resto de los músicos que con gesto concentrado se afanan en tocar sus instrumentos, especial atención merece uno de los artistas que mira al espectador con un gesto ceñudo como si estuviese molesto por la intromisión. El foso queda sumido en una penumbra que se acentúa aún más por los trajes oscuros de los músicos en donde destaca el blanco de las camisas.
En el último plano, mucho más abocetado y con mayor carga de pigmento, podemos observar a las bailarinas que actúan en la función. El punto de vista elegido por el artista hace que éstas se recorten como si la composición más que pictórica fuese fotográfica. El movimiento que las piernas de las bailarinas dejan apreciar encima del escenario se contradice con la serenidad de la orquesta. Muy logrados también son los tutús que visten las bailarinas y en los que el artista ha conseguido traducir una sensación vaporosa y ligera.