La República de Weimar de Grosz
Alemania tras la derrota en la Primera Guerra Mundial se constituyó como la llamada República de Weimar, un periodo histórico en el que el país estaba tremendamente afectado económica y socialmente. Y las políticas que se llevaron a cabo no fueron del gusto de mucha gente, entre ellos el pintor Georges Grosz, que con esta obra que se conserva en la Gemaldegalerie de Berlín manifestó su rotunda oposición a los gobernantes de la época.
El cuadro lo pintó concretamente en el año 1926 y con esta imagen quería manifestar con toda la acidez posible su crítica a ese sistema. Georges Grosz, como se manifiesta en otras obras suyas como Metrópolis, fue un pintor muy apegado a su tiempo y con firmes convicciones políticas.
En concreto era una persona con ideas de izquierdas, si bien en las fechas en las que pintó este lienzo de la República de Weimar estaba muy decepcionado e incluso se había desvinculado del Partido Comunista alemán en el que había militado.
Aquí pone al servicio de la crítica todos los elementos característicos de su arte plenamente expresionista. Por esa razón recurre a representar el momento con una serie de estereotipos.
Por un lado plantea al nacionalista convencido en un primer plano, el cual lleva una cerveza en una mano y una espada en la otra, además de una lucha de caballeros medievales en la cabeza. Sin olvidar que se ve una cruz gamada en el nudo de la corbata, y es que en 1925 esa esvástica ya había sido usada por Hitler.
Y junto a él hay un director de periódico de ultraderecha, el cual no lleva un sombrero sino un orinal en la cabeza. Además también se ve al típico político oportunista, que luce el rostro con el color propio de una borrachera, y de su cráneo abierto se simula que de su mente tan solo salen excrementos. Y para completar este repertorio, se ve tras ello un cura protestante bendiciendo toda la situación y que por supuesto también va borracho.
Estos cuatro serían los protagonistas de la imagen y de su visión sobre ese momento histórico en Alemania. Pero todavía faltan los soldados. Grosz era un antimilitarista convencido y esa postura se manifiesta en que generalmente pinta a policías o a soldados con rostros deformados y en actitudes brutales. También lo hace aquí, ya que la represión durante los primeros años de la República de Weimar había sido constante, algo que paulatinamente había derivado hacia la formación de numerosos cuerpos paramilitares y las milicias politizadas. Es decir, Grosz de alguna manera se anticipó a su tiempo y vio antes que muchos que aquellos solo podía conducir al desastre, algo que llegaría poco después con el ascenso al poder del partido nazi, que por aquel entonces se estaba fraguando.