Metrópolis de Grosz
Este lienzo de prácticamente un metro cuadrado lo pintó el artista expresionista alemán Georges Grosz entre los años 1916 y 1917. Y en la actualidad esta obra cuelga en las salas del Museo Thyssen Bornemisza de Madrid.
Se trata de una imagen de su ciudad natal, Berlín, una urbe en la que vivió gran parte de su vida (1893 – 1959), salvo un periodo de exilio en Estados Unidos durante los años más duros del nazismo. Y el momento en el que la retrata es un momento de efervescencia, una época en la que se está librado la Primera Guerra Mundial, y sin embargo la capital alemana tiene una intensa vida nocturna.
De hecho, se sabe que pintó la obra durante un permiso que por motivos de salud recibió estando en el frente. De este modo, llegó a su ciudad y vio lo diferente que estaba siendo la vida allí, donde sobre todo no había una autoridad tan férrea como en el ejército, algo que él detestaba.
El caso es que aprovechó este permiso para pintar sin parar, y así intentar captar la esencia de Berlín en aquellos años. Algo que es lo que nos muestra en esta obra Metrópolis. Un cuadro en el que vemos su fascinación por la gran ciudad, pero al mismo tiempo saber ver que en ella hay tanto cosas positivas como muy negativas.
Sobre todo vemos caos, excitación y tensión. Abundan los personajes con rostros deformados, unos personajes que corren y van chocando unos con otros, mientras la ciudad les oferta bares repletos de gente, teatros, cines, tranvías…
Además destaca una carroza fúnebre que porta un esqueleto y va tirada por caballos blancos. Este es otro elemento más que plasma el estilo del Expresionismo Alemán que tan bien representó Grosz. En definitiva, sus imágenes se basan en representar una sociedad violenta y también desesperada.
Otro detalle interesante es contemplar sobre un edificio la bandera de los Estados Unidos. Se desconoce si Grosz la pintó desde el principio, o la añadió tras la incorporación de la potencia americana al conflicto armado en 1917. Sea como fuere, está claro que Grosz estaba aterrado ante la locura nacionalista de su país y pensaba que aquella guerra no podía acabar en nada bueno.
Por esa actitud, años después sería visto con muy malos ojos por las autoridades del Nacionalsocialismo, algo que les pasó a otros muchos artistas alemanes de vanguardia, que tuvieron que abandonar su país. Y así lo hizo también Grosz, que se refugió en el exilio estadounidense.
Pero además de por los valores históricos de esta obra, también nos podemos detener a contemplar ciertos detalles pictóricos. Por ejemplo, la perspectiva que plantea para la imagen. Recurre a una altísima farola en la esquina del edifico central para dividir la tela prácticamente en dos mitades simétricas. Dos mitades en las que cada una tiene su propio punto de fuga, en ambos casos verdaderas escapatorias para la gente.
Y de todo el conjunto llama la atención el color rojizo. Un tono que tiene algo de infernal, y mucho de grotesco, porque esa es la visión que tiene de ese lugar y ese momento histórico.