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La Sagrada Familia de la Escalera de Nicolas Poussin

Publicado por A. Cerra

Sagrada Familia de la Escalera de Poussin

Al artista francés Nicolas Poussin (1594 – 1665) se le apodó en su tiempo como el “pintor filósofo”. Y aunque desarrolló gran parte de su carrera en Italia, fue un gran referente en su país de nacimiento. De hecho, desde la lejanía fue una especie de guía para la Real Academia de Pintura y Escultura de París, una institución que casualmente se fundó en el año 1648, en la misma época que Poussin pintó el cuadro de La Sagrada Familia de la Escalera que aquí os mostramos.

El apelativo de filósofo se basó en que este pintor siempre pensó que el arte era una cuestión racional y no se trataba tanto de una expresión personal. Y por lo tanto era perfectamente enseñable y podía aprenderse a ser artista. Una idea que sin duda cuadra a las mil maravillas con el concepto de una academia.

En Francia se fundó la primera academia artística fuera de Italia, y siempre contó con un apoyo de la monarquía, que vio en ella un modo de crear un estilo artístico nacional que además le sirviera para alabar y glorificar a los propios monarcas, así como era un vehículo perfecto para lanzar mensajes propagandísticos o morales. Para lo cual era ideal recurrir a formas y colores realistas, temas alegóricos y recuerdos de lo clásico.

Por ello en la base de todo el arte académico que llegaría hasta muchos siglos después se encuentra el concepto artístico de Poussin, amparado en la dignidad clásica, transmitiendo lucidez, seriedad y armonía.

Una muestra de ello es este cuadro de la Sagrada Familia de la Escalera que realizó para el coleccionista Nicolas Hennequin. Vemos como agrupa todas las figuras en una composición piramidal, perfectamente identificable con el arte renacentista de Rafael. Y a ese tono clásico le añade las formas arquitectónicas que os remiten a la Antigüedad grecolatina, referentes culturales de cualquier creación académica.

Volviendo a su idea de un arte racional, Poussin confesaba que no dejaba nada al azar, ni descuidaba ningún elemento del cuadro. Para eso seguía un método estricto y concienzudo. La primera fase era hacer los necesarios dibujos preparatorios de detalles y de partes, e incluso no dudaba en hacer pequeños modelos de cera para estudiar la incidencia de la luz.

Sin duda sus creaciones tienen el peso de la perfección y de la armonía. De ahí que su influencia se prolongara en el arte francés y en otros lugares de Europa durante varias generaciones. Llegó siendo un referente hasta el siglo XIX, y pese a ser un artista del Barroco, para los pintores neoclásicos siguió siendo fuente de inspiración. Sin embargo, en ese mismo siglo XIX, los románticos promulgaron la importancia de los sentimientos y la personalidad a la hora de crear, restándole importancia a la racionalidad. A partir de entonces Poussin dejó de ser tan influyente, aunque sus obras maestras como La Danza del tiempo o La muerte de Germánico se consideran cuadros sublimes en la Historia del Arte.