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La visión del Papa Paulo III, de Sebastiano Ricci

Publicado por A. Cerra

La visión de Paulo III, de Sebastiano Ricci

Sebastiano Ricci (1659 – 1734) nació en una pequeña población del interior de la región del Véneto, en Belluno. Pero lo cierto es que muy pronto se trasladó a Venecia, y ahí comenzó a labrarse su fama como pintor, primero formándose con artistas como Sebastiano Mazzoni o Federico Cervelli, y luego comenzando a realizar sus trabajos propios.

Además acabó trasladándose hasta la ciudad de Bolonia, donde estuvo un tiempo trabajando con Giovanni Giuseppe dal Sole. Y a partir de ahí comenzó a contar con el favor y la protección del poderoso duque Ranuccio II Farnesio, quién le encargó un buen número de pinturas para sus residencias y palacios tanto en Piacenza como en la propia Roma.

Uno de esos encargos fue una serie de doce obras con escenas de la vida del Papa Paulo III (1468 – 1549), un eminente miembro de la familia de los Farnesio y al que el propio Tiziano había retratado en su momento.

Lo cierto es que Ricci entre los años 1687 y 1688 se imaginó doce pasajes de la vida de aquel Sumo Pontífice del siglo XVI para trasladarlos a grandes lienzos con los que decorar el palacio de los Farnesio en Piacenza. Y en el caso de este óleo vemos una escena que el Papa vería a Fides, la personificación misma de la fe, un acontecimiento que según la tradición se supone que inspiró a Paulo III para convocar el célebre e influyente Concilio de Trento.

Pero la agitada vida de Sebastiano Ricci no se ciñó a trabajar para Ranuccio II Farnesio. Él siguió recorriendo Italia y pintando para otros mecenas de la época. Por ejemplo se tiene constancia que pasó unos años en la ciudad de Florencia, y que más tarde se asentó un tiempo en Milán, trabajando en una y otra para hombres acaudalados. De ahí regresó temporalmente a Venecia, y después estuvo un par de años en Viena, también en Florencia e incluso llegó hasta Londres.

Todos esos viajes le hacían estar al tanto de las modas pictóricas europeas, y fue evolucionando al ritmo de las tendencias hasta convertirse con las obras de sus últimos años (por ejemplo con su Baño de Betsabé) es un estupendo representante del arte rococó en Italia. Con un lenguaje que tiende a lo más ilusionista, siempre con carácter muy decorativo y con composiciones que suelen rozar lo confuso. Algo que por otra parte ya se manifiesta en obras anteriores, como en la serie de lienzos sobre el Papa Paulo III que aquí os mostramos.