Leyenda Vera Cruz, Piero della Francesca
El conjunto de la Vera Cruz es un ciclo de obras realizadas al fresco en la Capilla Bacci de la Basílica de San Francisco de Arezzo, en la Toscana italiana.
La decoración de la capilla o coro del templo fue encargada por la familia Bacci en 1447 al pintor Bicci di Lorenzo, quién falleció en 1452 cuando por aquel entonces sólo se habían pintado los frescos de la bóveda.
Comenzó entonces a trabajar Piero della Francesca (1415 – 1492), uno de los autores más destacados del primer renacimiento. No son demasiados los datos que se conocen del artista y aunque en la actualidad Piero es reconocido por ser uno de los mejores fresquistas de su época lo cierto es que, en realidad y como buen humanista, trabajó distintas disciplinas. Parece ser que su primera formación podría haber comenzado en su Sansepolcro natal a cargo de algún pintor local para pasar después a Florencia. Con todo lo sí parece seguro es que cuando della Francesca recibió el encargo de los Bacci ya contaba con un cierto reconocimiento en el campo artística
Es muy posible que el artista realizara los frescos en dos etapas distintas: la primera de ella en la década de los cincuenta donde se realizarían los cartones para las escenas superiores correspondientes a los lunetos; el artista abandonaría Arezzo para trabajar en Roma donde conocería las innovaciones en la representación del espacio y el ambiente para volver posteriormente a terminar los frescos.
Las escenas reflejadas en el ciclo de fresco de Piero della Francesca están basadas en una obra del obispo genovés Santiago de la Vorágine, La leyenda dorada. En esta obra el autor recoge diferentes leyendas y tradiciones de cómo se pudo hallar la Vera Cruz o Lignum Crucis, la cruz en la que Jesucristo fue crucificado. El tema es muy del gusto de la orden franciscana y ya aparece en otras iglesias de la orden como Santa Croce.
El artista narra el ciclo completo de la cruz, desde que ésta tan sólo era una semilla hasta su hallazgo y devoción, sin embargo las escenas no están ordenadas cronológicamente sino que el artista prima la importancia de cada escena para conferirle uno u otro orden. Así las escenas de menor importancia, aquellas que son más anecdóticas, se sitúan en el registro superior del templo.
En total se representan diez episodios con una o varias escenas en cada una de ellos, además aparecen las figuras de dos profetas –Isaías y Jeremías- cuya presencia podría ser puramente decorativa. De entre todos los frescos merece especial atención las escenas de La muerte de Adán, El encuentro de Salomón con la reina de Saba y sobretodo El sueño de Constantino.
El artista ha estudiado cada detalle de la composición en la realización de los frescos, el esquema compositivo y el detallismo han sido muy elaborados; destaca también el uso del colorido que ajustándose al naturalismo otorga gran naturalidad. El realismo con el que son tratadas las escenas resulta admirable y la calidad técnica del conjunto apenas tiene parangón.