Los álamos de Monet
Claude Monet pintó infinidad de series, eligiendo un motivo o un lugar y representándolo en diferentes momentos y épocas del año para así tomar sus famosas impresiones y comprobar cómo cambiaba el aspecto de las cosas casi a cada instante. Lo hizo con sus famosos Nenúfares o también lo hizo con sus singulares vistas de la Catedral de Rouen. Y en otro momento, eligió como motivo pictórico los álamos de Limetz, a los cuales dedicó una bonita serie de lienzos.
Se trataba de unos álamos en concreto, muy cerca de su casa en Giverny, los cuales iban a ser subastados y talados. Pero antes, Monet decidió retratarlos con una periodicidad semanal. De hecho, hasta pagó dinero para que se retrasara su corte y así pudiera cumplir con sus planes para representar todo un ciclo visual durante el verano y el otoño del año 1891. Es decir, desde el momento de máximo apogeo de esta especie hasta que se caen sus hojas caducas.
Hasta aquí todo muy propio del Impresionismo. Es decir, tratar la naturaleza como un acontecimiento para la vista, un acontecimiento mutable debido a los cambios de luz y a la propia evolución de los elementos, en este caso los árboles que van cambiando de color en sus ramas hasta que acaban por despojarse de sus hojas. No obstante, la serie de los álamos es importante en la trayectoria de Monet porque introdujo un elemento muy interesante en su arte: la estructura.
Ver los árboles sin hojas hace que al observar el cuadro no sean tan importantes el color y la luz como las líneas verticales que organizan y dan ritmo a la composición. Genera una geometría de algún modo oculta, que luego fascinará a algunos pintores tan vanguardistas y distintos como Piet Mondrian, emblema de la corriente del Neoplasticismo.
Lo cierto es que la serie de los Álamos no es ni mucho menos la más famosa del pintor, pero la verdad es que para estas fechas, el artista está en una plenitud creativa rotunda. Su estilo impresionista ha dejado de ser denostado, ya es más comprensible y sobre todo más alabado, de hecho la serie fue un auténtico éxito. Y eso que él ya estaba avanzando de una forma increíble en sus campos creativos, porque estos cuadros desde luego que son esencialmente impresionistas, tanto por su técnica como por su temática, pero el pintor que sigue saliendo al campo a captar esas “impresiones” de la naturaleza ya es un creador muy maduro capaz de captar esa estructura compositiva y rítmica del paraje, e incluso aportar esa pincelada rápida y única que por momentos se convierte en un antecedente del arte abstracto que llegará unos cuantos años más tarde, ya en el siglo XX.