Boulevard de los Capuchinos de Monet
Esta vista parisina pintada por Claude Monet en 1873 no solo es una importante obra de arte, también se puede considerar una especie de documento gráfico del tipo de ciudad en la que se había convertido la capital de Francia bajo las directrices del urbanista el barón de Haussmann. El prototipo de ciudad contemporánea en la que todo se desarrolla a un ritmo muy acelerado y vibrante. Eso nos muestra Monet, una ciudad donde abundan los bancos, los teatros o los cafés.
Además nos presenta esa situación urbana con una actitud muy positiva, con una avenida inundada por el sol, repleta de vegetación y con figuras que viven por ahí, que en realidad no le interesan tanto a él como individuos sino como manchas de color sobre el suelo, como una multitud.
Curiosamente hacia la mitad del lienzo y en el margen derecho se ve como dos personajes asomándose al cuadro, ambos con chisteras, para que sepamos que son personas y no manchas.
Es como si se asomaran a un balcón de los edificios que flanquean la avenida, y se encuentran en una posición entre el propio artista y el espectador, como si estuvieran en un balcón-palco contemplando el espectáculo de la ciudad. No obstante, a nosotros, los verdaderos espectadores también nos sirven para determinar la perspectiva correcta con la que Monet pintó el lienzo.
En cuanto al resto de personas que vemos en el cuadro, un crítico de la época, se preguntaba: “¿Qué son esas manchitas negras del primer plano? ¿Son personas? ¿Así me ve Monet cuando yo paseó por el Boulevard?” Esta es un buena muestra de lo mal que se recibió su trabajo por parte de la crítica y el público en la Exposición de 1874.
No obstante, este tipo de obras en las que nos presenta un ambiente muy plúmbeo con el paso del tiempo se han quedado como atmósferas típicamente parisinas, y en la actualidad en cualquier puesto callejero que venden vistas de París a los turistas, aparece ambientes inspirados en cuadros como éste o por ejemplo en la serie de obras del Boulevard de Montmartre que pintó unos años después el también pintor impresionista Camille Pissarro.
Pero además de esa atmósfera, la obra de Monet la podemos considerar como una vista en la que no se usa una perspectiva, sino que nos zambullimos en la calle. En realidad, es un cuadro que requiere de alguna forma un espectador activo, ya que nuestro ojo ha de reconstruir las formas que esconden esas masas de color, en definitiva, una obra muy del Impresionismo.