Los amantes de Teruel, Degrain
Los amantes de Teruel es quizás la obra más conocida del pintor decimonónico Antonio Muñoz Degrain. El enorme cuadro de casi tres metros de altura y cinco de anchura se expone en la actualidad en la ampliación que el arquitecto Moneo realizó para el Museo del Prado.
Degrain nació en Valencia en 1840 y aunque se comenzó a formar en la arquitectura pronto se dedicó a la pintura. Ingresó en la Academia de Bellas de Artes de San Carlos en Valencia sin embargo su ecléctico estilo a medio camino entre el romanticismo y el modernismo procede de sus estudios autodidactas. A partir de la década de los setenta se traslada a la ciudad de Málaga para pintar el techo del Teatro Cervantes; allí formará escuela y será uno de los mayores impulsores de la escuela malagueña. El artista fue galardonado con distintos reconocimientos y al final de su vida fue nombrado directos de la Academia de Bellas de Artes de San Fernando de Madrid. Degrain fallece en Málaga el 12 de Octubre de 1924.
En 1884 el artista es premiado en la Exposición Nacional por su obra Los Amantes de Teruel, un óleo sobre lienzo que sigue la estética romántica. A lo largo del XIX fue muy popular en España la pintura de historia, un género ambientado en épocas pasadas que en numerosas ocasiones mezclaba ficción y realidad.
La obra representa la conocida historia de amor entre Isabel de Segura y Diego Juan Martínez de Marsilla que tuvo lugar en 1212. Ella era una bella joven de familia adinerada mientras Diego Juan carecía de fortuna. Ambos se enamoraron profundamente pero ella renegaba a casarse con él sin el consentimiento paterno; Diego sabiendo que el dinero era lo único que impedía su amor le pidió a su enamorada cinco años de tregua para conseguir el dinero y ella aceptó.
Pasados los cinco años y viendo que él no regresaba Isabel decidió cumplir los deseos de su padre y casarse con otro noble; al poco tiempo Don Diego regresó con la fortuna necesaria pero su querida ya había sido desposada, cuando ella le negó un beso el cayó muerto a sus pies.
Degrain elige el preciso momento en el que Isabel acude a velar el cuerpo de su amado y al besarle cae muerta sobre su cuerpo inerte. En la ambientación se ha recreado la iglesia de San Pedro de Toledo, lugar donde yacía el cuerpo de Don Diego. Los amantes son las figuras centrales de la escena pero ésta aparece completada por algunas mujeres.
El artista ha sabido plasmar a la perfección el ambiente recargado del interior del templo, parece como si el espectador se hiciera parte de la vela del difunto y el desafortunado desenlace de la historia mezclado con el humo y el incienso del templo. Hay un gran estudio de la luz, una luz mediterránea que se expande por toda la escena y potencia el cuidado colorido de la obra. Con una pincela gruesa, carga y dinámica el artista ha conseguido una gran representación de los materiales.