Los Carvajales, Casado del Alisal
La Exposición Nacional celebrada en España en el año 1860 nos legó grandes obras de arte pictóricas, la mayoría de ellas pertenecientes al género de pintura de historia o realismo histórico; en este sentido ya analizamos en una entrada anterior la obra titulada como Los fusilamientos de los Comuneros y realizada por el pintor Gisbert, una de las obras que recibieron una de las cinco medallas de Primera Clase que el experto jurado otorgaba a los participantes. La obra que hoy analizamos también recibió la misma condecoración y curiosamente también se trata de un cuadro de historia, lo cual nos deja entrever la admiración que despertaba en esta época este género pictórico.
José Casado del Alisal (1832 – 1886) nació en una pequeña localidad de Palencia y comenzó su formación en la infancia en la capital palentina para después trasladarse a Madrid y continuar estudiando en la Academia de Bellas Artes de San Fernando que por aquella época dirigía Madrazo. Su habilidad técnica le permitió conseguir una de las ansiadas becas para estudiar en Italia y también residió una larga temporada en París. Fue precisamente residiendo en Italia cuando el artista pintó el lienzo que aquí nos ocupa, Los últimos momentos de Fernando IV el Emplazado también conocido como Los Carvajales.
En realidad, la pieza resulta un poco difícil de interpretar si no se conoce el contexto histórico adecuado. Fernando IV fue rey de Castilla entre 1295 y 1312. El reinado del monarca siempre estuvo marcado por los conflictos con la nobleza, tanto es así que su muerte estuvo marcada precisamente por dos nobles. Según cuentan las crónicas de la época cuando el monarca supo que su privado había sido asesinado mandó ajusticiar por tal crimen a los hermanos Carvajal, quienes siempre negaron la autoría del hecho y que a la hora de morir emplazaron al rey diciéndole que se reuniría con ellos en el más allá treinta días después de su muerte.
Precisamente la obra de Casado del Alisal se basa en este momento, cuando el monarca es reclamado por los hermanos en una aparición fantasmal. El pintor ha situado al rey en una pose exageradamente teatral, semitumbado en el lecho mientras se lleva la mano a la cabeza en señal de desesperación. Los hermanos, Pedro y Pablo, han sido representados en una zona superior ataviados con túnicas blancas y por su aspecto más bien podría ser la representación de una aparición milagrosa que fantasmal.
Pese a las condecoraciones recibidas, la obra suscitó algunas críticas sobre todo en la actitud exagerada del monarca que no parecía encajar con las formas academicistas de la época. En el colorido y la composición aún se aprecia la influencia que Madrazo tuvo sobre este artista.