Los embajadores, Hans Holbein el Joven (I)
Los embajadores es uno de los cuadros más conocidos del artista renacentista Hans Holbein el Joven (1497 – 1543). Holbein fue uno de los mejores retratistas del siglo XVI y llegó a convertirse en una de las principales figuras artísticas del conocido como Renacimiento nórdico. Procedente de una familia de artistas, su padre fue el pintor tardogótico Hans Holbein el Viejo, trabajó para algunas de las figuras más importantes de su tiempo y se convirtió en un férreo crítico de la doctrina reformista.
Nacido en la actual Alemania el artista pronto se trasladó a Basilea donde comenzó a trabajar en la impresión de libros. Tras algunos viajes el artista se asentó definitivamente en la ciudad donde comenzó a recibir importantes encargos tanto de las autoridades públicas como a nivel particular. Hacia 1526 el artista se desplazó a Inglaterra donde estableció relación con Tomás Moro, para él realizó uno de los retratos más innovadores de la historia del arte representando a todo su familia de pies en el interior de su hogar. De vuelta a Basilea en 1529 decide trasladarse definitivamente a Londres donde será nombrado pintor del rey y donde residirá hasta su fallecimiento en 1543.
En 1533 el artista realiza esta singular obra en óleo sobre tabla de roble por encargo del propio Jean de Dinteville que aparece retratado. La obra conocida popularmente con el nombre de Los embajadores –el artista nunca llegó a titularla así- es una de las pinturas más trascendentes de la historia del arte tanto por su calidad técnica, su intrincado simbolismo y las referencias históricas que ésta contiene.
Los personajes representados en esta obra son dos embajadores franceses de la corte inglesa de Enrique VIII que vivieron un periodo especialmente delicado en las relaciones de las potencias europeas. La obra de Holbein refleja a la perfección la grave crisis política y religiosa que se estaba fraguando en el viejo continente a causa de las luchas de religión entre católicos y protestantes, así como las disputas entre el monarca inglés Enrique VIII y el papado representado por Clemente VII. Además aparece en este contexto algunos avances en el campo de la ciencia que ponen en entredicho algunas de las más antiguas creencias entorno a la creación del hombre. Todo ello hechos de gran relevancia histórica y sin los cuales la obra Holbein carece de auténtico sentido.
Así el artista decide representar a los dos embajadores -Jean de Dinteville y Georges de Selve- de pies en el interior de una estancia y rodeados de un buen número de objetos que presentan una intrincada simbología. Los hombres aparecen apoyados en un pequeño mueble o aparador que contiene multitud de elementos relacionados con alguna de las las artes liberales, concretamente con el quadrivium: aritmética, música, geometría y astronomía.
La escena se completa con un lujoso cortinaje verde que sirve como telón de fondo para la estancia donde se representa los embajadores y un extraño objeto situado en primer plano que durante muchos años fue estudiado sin éxito por los más importantes historiadores.