Los grajos han vuelto de Aleksei Savrasov
El pintor Aleksei Kondratievich Savrasov (1830 – 1897) está considerado por muchos historiadores de la pintura rusa como el mejor paisajista del siglo XIX en ese país. Y así es gracias a obras como esta: Los grajos han vuelto, un óleo realizado en 1871 y que está valorado como su gran obra maestra.
La producción de Savrasov se caracteriza por un elemento que sin duda inunda este cuadro, y es que su pintura tiene un tono y una atmósfera lírica, además de cierto aroma a melancolía. Unas pinceladas cargadas de sentimiento y de poesía que de alguna forma supo apreciar en uno de los grandes referentes de su arte, el pintor romántico John Constable, de quien no solo se fijó en su técnica, sino también en su capacidad para transmitir el amor por los paisajes rurales que inmortalizaba, por ejemplo en la célebre tela de La esclusa del artista británico.
Al fin y al cabo Aleksei Savrasov en este lienzo de Los grajos han vuelto lo único que ha querido pintar es su particular oda a la vuelta de la primavera tras los fríos inviernos que se soportan en las tierras del campo ruso. Fue un cuadro que supuso el punto álgido de su carrera.
Savrasov desde niño había despuntado por su vocación y su habilidad artística. De hecho con solo 12 años ya se había graduado en una escuela de artes de Moscú. Y pronto llamó la atención su maestría, tanto que con 27 años él ya era el maestro. Aunque no le faltaban encargos por parte de la familia imperial rusa y otros potentados que admiraban sus paisajes.
Por otra parte se involucró mucho con la Sociedad de Exposiciones de Arte Ambulante, más sencillamente conocidos como Los Itinerantes o Los Vagabundos, por su espíritu renovador del arte ruso regido por los preceptos más académicos.
Sin embargo, en 1871 Savrasov iba a vivir un suceso que marcó el resto de su vida. Se murió su hija. Eso primero le supuso una lógica y profunda depresión, y más tarde su arte se convirtió en mucho más oscuro y triste. En lo personal él acabó siendo un alcohólico, algo que le llevó a la soledad y a la pobreza. Tanto que cuando falleció, a su entierro tan solo acudieron dos personas. El conserje de la Escuela de Moscú donde había dado clases, que lo recordaba como un hombre muy amable. Y también acudió Pavel Tretiakov, fundador de la Galería Tetriakov. Por cierto, el lugar donde en la actualidad sigue conservándose este cuadro de Los grajos han vuelto.