Los tejados rojos de Pissarro
Se trata de un lienzo pintado con la técnica del óleo en el año 1877 por el artista francés Camille Pissarro y que hoy en día está expuesto en las salas del museo de Orsay de París.
Esta obra tiene muchas similitudes con una pintada cuatro años antes por Paul Cezanne y que se titula la Casa del ahorcado, y unidas ambas obras nos muestran la indudable influencia que sufrieron y disfrutaron recíprocamente ambos artistas.
Uno de las señas de identidad de las pinturas de Pissarro son sus característicos grumos, los recios empastes de pintura que imprimía sobre la tela, algo que años después influyó en un nuevo estilo surgido como una evolución del estilo impresionista, el puntillismo representado principalmente Georges Seurat, cuyas teorías artísticas también acabaron por influir en el arte de Pissarro a partir del año 1885.
Pero Pissarro no solo usaba los pinceles para ejecutar sus obras, también empleaba y mucho una espátula larga y flexible que le servía para extender las masas de color en grandes planos, lo que de alguna forma le servía para obtener de forma sintética la plasmación de las formas más abstractas.
Y por otro lado, es muy interesante observar como construye, como compone sus obras sobre todo a partir de las diferentes manchas de color, y dentro de toda su producción pictórica, esta obra de Los tejados rojos es emblemática, y de hecho muchos pintores de generaciones posteriores la estudiaron hasta la saciedad y merece la pena observarla tranquilamente para descubrir esa composición de colores.
Se le confiere al empaste una ubicación luminosa, sobre los tonos cálidos del fondo y el azul muy violeta del cielo, resaltan los tonos ocres de los árboles, especialmente aparentes por su verticalidad, así como llaman la atención los colores anaranjados encendidos de los tejados de las construcciones en el centro del cuadro (de ahí el título de la obra), enmarcados por los verdes de los setos de delante de las casas y los campos en diagonal del fondo, cada uno de ellos de un color, mostrando o diferentes cultivos o distintos estados de su proceso de labranza.
En definitiva, se puede apreciar muy claramente como tanto el tema como el encuadre es sumamente sencillo, y sin embargo la enorme solidez de su estructura compositiva y el potente empaste de distintos colores lo convierten en una obra maestra de Pissarro y, en general, de todas las obras creadas dentro del estilo del Impresionismo. Al mismo tiempo, que su maestría consigue transoformar una vista tan simple y tan común, como unas casas de campo, en una estampa en la que los efectos ópticos parecen que consiga vibrar la luz, creando de este modo una atmósfera de poesía para la escena campestre, un aura poética que también se ha convertido en una de las señas de identidad de la pintura de Camille Pissarro.