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Lucrezia Panciatichi de Bronzino

Publicado por A. Cerra

Lucrezia Panciatichi de Bronzino

Agnolo di Cosimo (1503 – 1572), o sea, Il Bronzino, fue un célebre retratista del siglo XVI. Un pintor de estilo manierista ante el que posaron muchos aristócratas, ya que sabía cómo darle a esas efigies una llamativa atmósfera de elegancia, la cual tiene incluso algo de antinatural. En ese sentido se entiende esta obra de 1540 donde retrata a Lucrezia Panciatichi. Un óleo sobre tabla que actualmente forma parte de la excelente colección de pintura italiana de la Galería de los Uffizi en Florencia. Donde por cierto también se encuentra el retrato que Bronzino hizo al mismo tiempo de su esposo Bartolomeo Panciatichi, un respetado político florentino.

Vemos a la mujer sentada, resaltando sobre un fondo muy oscuro, y ella posa sin perder de vista al pintor, y por lo tanto al espectador. Pero mirando a todos con cierta soberbia, en un gesto de desdén hacia nosotros. Transmite frialdad, y de hecho, los retratos del Bronzino se han definido en muchas ocasiones como imágenes glaciales, como si el pintor hubiera querido plasmar de una forma evidente la distancia insalvable que hay entre la persona retratada y quien la contempla.

Esa separación entre uno y otro se marca de múltiples formas. Por ejemplo con ese cuerpo tan estilizado de la mujer, la cual tiene un cuello excesivamente largo y muy blanco, pero tan elegante como una escultura para soportar ese exclusivo repertorio de joyas donde no faltan el collar de perlas, un broche y una larga cadena de oro, en el que si nos acercáramos con una lupa leeríamos una inscripción aludiendo al amor y fidelidad que se tienen el matrimonio.

No acaban aquí las joyas. También se ve un anillo de oro y rubís en su mano izquierda. Además de un opulento vestido de satén y terciopelo, que también marca cierta frialdad. Pero sobre todo a Bronzino le da la ocasión de mostrar toda su destreza pictórica con los juego de luz y sombra en los pliegues. Algo que hemos de imaginarnos que el pintor haría con deleite, mientras que la mujer soportaría estoicamente posando. Su gesto nos indica algo así, como si estuviera esperando el momento en que el retratista le dijera que descanse, para poder seguir leyendo el libro que tiene sobre su rodilla y donde la mano derecha parece indicar el punto donde ha interrumpido su lectura.

Este es un gesto de altanería o quizás de humanidad. Esa duda sobrevuela en muchos retratos de este artista. Y tal vez fuera la clave de su éxito, ya que su estilo siempre gustó a los Medicis y los más potentados de Florencia, ciudad donde pasó casi toda su vida.

Su formación principal la adquirió junto a Jacopo Pontormo, aunque también estuvo un tiempo con Andrea del Sarto. Así que bebió del último gran pintor renacentista, y se empapó de todo el arte manierista de Pontormo, con el que trabajó mano a mano en varias ocasiones. De hecho, a Bronzino hay que considerarlo por méritos propios como uno de los grandes representantes del Manierismo.