Mujeres peinándose de Degas
A Edgard Degas siempre se le califica como un pintor impresionista, y ciertamente lo es, pero posee una diferencia que lo distingue por completo del resto de compañeros de estilo. Y una buena prueba de ello es este óleo que realizó entre los años 1875 y 1876 y que actualmente pertenece a la Phillips Collection de Washington.
Cuando Degas quiso participar de un modo activo en las muestras que programaban artistas impresionistas como Monet o Renoir presentó esta obra pintada al aire libre. Y en vez de elegir como modelo un paisaje o la vista de la naturaleza, él prefirió las figuras humanas, algo que haría a lo largo de toda su vida, bien fuera con sus famosas imágenes de ballet o en otras muchas dedicadas a las faenas cotidianas de la mujer, incluyendo su propia higiene personal, como es el caso de Mujeres peinándose.
Su arte es plenamente Impresionismo porque adopta una nueva forma de mirar realidad, buscando la espontaneidad, tanto a la hora de observar como de pintar. Y desde luego es muy característico de este estilo la gran simplificación de medios comparando con las formas artísticas más académicas.
Y luego están los temas elegidos. Aquí parece claro que quiere pintar a unas chicas en diversas posturas peinándose. Aunque en realidad su verdadero interés es plasmar la acción, el movimiento que llevan a cabo en esa sencilla tarea. Algo que se convierte de alguna forma en auténtico símbolo de la feminidad.
Para eso recurre a pintar a la misma modelo desde tres puntos de vista distintos, mientras está haciendo lo mismo. Con esa disposición también consigue darle circularidad al espacio y en el transcurrir del tiempo, imaginándonos la sucesión de gestos en este acicalado de la larga cabellera. No pone ningún interés en el paisaje donde se desarrolla la acción. Tanto solo se distingue en la parte alta algún tronco, mientras que el resto del terreno se convierte en una especie de fondo neutro para lo que realmente le interesa. Algo que queda todavía más evidente al fijarnos en los colores elegidos para la composición. Verdes, amarillos y ocres los deja para el prado, mientras que toda la luz recae sobre los camisones blancos y los pocos tonos encarnados de la piel de las muchachas, de forma que destaca especialmente el marrón de los cabellos.
Este tipo de escenas le acompañaron a lo largo de toda su producción, si bien fue variando el objetivo de estas telas. Por ejemplo en 1886 planteó una serie de cuadros donde se ven desnudos de mujeres que se lavan, se secan o se peinan, y lo hizo con una visión antiacadémica en la que retrató cuerpos carentes del tradicional encanto que se le aportaba a los desnudos.