Nocturno en azul y plata de Whistler
El movimiento impresionista puso las bases para uno de los estereotipos de artista que todavía se mantiene vigente. Al artista se le atribuía una actitud de rebeldía frente a los convencionalismos más establecidos en la sociedad burguesa y luchaba contra ello sin tener prejuicios. Fueron muchos los jóvenes aspirantes a artistas que quisieron vivir ese aspecto, y desde diversos países europeos llegaron los futuros pintores, escultores y creadores hasta París para conocer esa efervescencia creativa. Y no sólo de Europa, desde otros continentes también.
Uno de estos personajes fue James McNeill Whistler (1834 -1903) que desembarcó en París procedente de los Estados Unidos, y desde un primer momento se involucró con el movimiento impresionista. De hecho, en 1863 expuso junto a Manet en el llamado Salón de los Rechazados.
Lo cierto es que su arte tiene puntos de convergencia con el Impresionismo más clásico, y también admiraba por ejemplo las estampas japonesas. Pero no se le puede considerar un impresionista en el más estricto sentido del término. Su situación vendría a ser similar a la de artistas afines al movimiento pero con un estilo muy personal, como Degas o Rodin, en la escultura.
De hecho, en pinturas como esta de Nocturno en azul y plata, se puede apreciar que su preocupación pictórica no era tanto la búsqueda de efectos de luz y color a la manera de Claude Monet, cuanto la creación de composiciones basadas en delicados esquemas. Él pensaba que el objeto de la pintura no había de ser el tema sino la manera de presentarlo, sus formas y colores. Para comprobarlo de una forma clara, basta ver su obra más famosa que es Composición en gris y negro. Este lienzo en realidad es un retrato de su madre, pero sin embargo con el título no tenemos ninguna indicación sobre el tema ni sobre su protagonista.
Sus obras, por regla general son tremendamente delicadas y sensibles, lo cual contrasta con sus propias maneras personales, de las cuales estaba muy orgulloso, y que él mismo llamaba “el bonito arte de hacerse enemigos”.
Esa actitud provocativa la llevó también a sus cuadros, sobre todo tras su establecimiento en Londres, donde decidió llevar a cabo una especie de cruzada personal y en solitario en favor del arte más moderno. A esta fase pertenece esta obra Nocturno en azul y plata. Este cuadro y otros semejantes los expuso en 1877 y por cada uno de ellos pedía 200 guineas. A lo cual uno de los críticos más famosos de la época, John Ruskin, escribió que nunca hubiera pensado que un mequetrefe pudiera pedir semejante cantidad de dinero por lanzar un bote de pintura a la cara del público. El resultado fue que Whistler acabó denunciando a Ruskin por difamación. Y el enfrentamiento verbal entre ellos continuo, así como entre defensores y detractores de ese nuevo arte.