Pinturas de la tumba del escriba Nakht
Este es un valiosísimo conjunto de pinturas murales del Antiguo Egipto, concretamente el periodo del Imperio Nuevo, ya que se pintaron durante el reinado de Tutmosis IV, perteneciente a la Dinastía XVIII.
Son una pinturas realizadas al temple sobre una superficie de estuco, y en ellas vemos al escriba y astrónomo Nakht junto a su esposa, y en torno a ellos vemos una gran variedad de escenas, tanto de carácter festivo como escenas de banquetes o bailes, como de trabajo, con agricultores realizando labores en el campo o gente cazando.
Es decir, es de un grandísimo valor como documento que plasma la vida en el Antiguo Egipto, sus costumbres y sus instrumentales. Pero además de eso tiene un valor artístico indudable con detalles de gran interés.
Por ejemplo, en la escena de los “jóvenes tocando unos instrumentos” podemos admirar como están pintados sus vestidos levemente plisados, pero quién los realizó fue capaz de traslucir la anatomía de esos músicos. Por otra parte se observan a la perfección algunas de las características inherentes al arte egipcio, como pueden ser los típicos ojos almendrados y los rostros femeninos que plasman la habitual coquetería de la época.
Respecto a esta coquetería incluso vemos algunos de los trucos que usaban. De ahí que veamos por ejemplo unos objetos cónicos en los que mezclaba grasa y perfume para ser calentados, de manera que todo se fundía y se creaba un producto aromático con el que impregnaban todo el cuerpo. E igualmente se observa todo el repertorio de joyas del momento, sus collares, diademas, pulseras, etc.
Curiosamente, a diferencia de otras pinturas egipcias conocidas en este caso nos han llegado con los colores muy diluidos, aunque eso quizás pueda estar más relacionado con que en esta tumba ha afectado más el paso del tiempo a los pigmentos.
Lo que si que es común a otras obras pictóricas de la época de los faraones es la sensualidad de las figuras. Se trata de figuras de caderas muy estrechas, donde todo está muy perfilado y donde las formas bellas transmiten al mismo tiempo cierta fragilidad.
Otra característica típica del arte funerario egipcio, es que si pintaban el interior de una tumba, lo hacían íntegramente. O sea, no dejaban ni un solo centímetro de las paredes sin cubrir de pintura y de escenas, conviviendo distintas escalas y seguramente diferentes artistas, ya que de vez en cuando se ven detalles que delatan más maestría en unas figuras que en otras. Un buen ejemplo en este sentido sería el grupo de muchachos que están tocan la flauta o en la figura del arpista ciego, porque en estos casos incluso se pueden apreciar los gestos de los dedos para tocar esos instrumentos.