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Retrato de Cayetana de Alba de Zuloaga

Publicado por A. Cerra
Cayetana de Alba de Zuloaga

Cayetana de Alba de Zuloaga

Este cuadro de gran formato (202 x 178 cm) es obra del pintor Ignacio Zuloaga, quién lo realizó en el año 1930, durante la última etapa de su vida creativa, cuando su estilo era mucho más suelto que en periodos anteriores. Y lo hizo siguiendo su método habitual para ejecutar retratos. Algo que él hacía a partir de breves sesiones de posado en las que iba tomando apuntes, tanto de la modelo como de la composición general de la obra. Algo que hacía siempre, pero que en el caso de retratar niños es algo prácticamente obligado.

Zuloaga (1870 – 1945) está considerado como el gran retratista de la Generación del 98, un movimiento artístico español que tuvo sus máximos exponentes en la literatura, todos los cuales posaron para este pintor vasco.

Este artista provenía de una familia de cinceladores y armeros vascos, y su formación pictórica fue muy autodidacta y acompañado de su padre, una formación que básicamente se forjó en la copia de las grandes obras del museo del Prado en Madrid. Si bien posteriormente viajó hasta Roma y París para completar sus estudios.

Su prestigio como retratista hizo que se le encargara en su madurez esta obra en la que nos presenta de niña a la actual duquesa de Alba, cuyo nombre completo es María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart. Por aquel entonces la niña tenía 4 años y nos la muestra en una de las fincas del ingente patrimonio familiar, concretamente en la sierra de Madrid.

El encargo se lo hizo directamente el padre de la futura duquesa, Jacobo Fitz-James, XVII duque de Alba. Y Zuloaga captó a la perfección el objetivo del encargo, con el que se pretendía plasmar la ternura de la niña, algo que representa con su expresión y unos grandes ojos de mirada inocente que destacan en su rostro iluminado de piel muy blanca.

Históricamente había sido tradición que los nobles encargaran retratos de su descendencia, mostrando su nivel social y acompañados en muchas ocasiones de sus mascotas, generalmente perros. Zuloaga también la presenta igual, ya que no falta el perrillo favorito de la niña y su poni, con el que recibía clases de equitación. Pero añade también otros elementos muy curiosos, como sus peluches y también una figura de Mickey Mouse, un dibujo animado que tan hacía dos años que había publicado Walt Disney.

En definitiva muestra el universo infantil de la muchacha, y nos la presenta en un cuadro muy claro. Muy distinto a sus etapas anteriores en las que dominaban los tonos oscuros. Aquí, en cambio utilizó una paleta clara, de colores fuertes y luminosos. Todos ellos colores que aplica con una pincelada muy suelta, sobre todo en el paisaje serrano y en el cielo nuboso que ambienta la imagen. De esta manera, consigue hacer una obra de aspecto muy desenfadado, nada solemne, sin duda el tono más adecuado para un retrato infantil.