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Retrato de Juan López de Robredo de Goya

Publicado por A. Cerra

Retrato de Juan López Robredo de Goya

Estamos acostumbrados a ver en los retratos del pintor español Francisco de Goya a los personajes más importantes de su tiempo, desde la propia familia real o miembros de la aristocracia a eminentes políticos. Pero este artista hizo otros muchos retratos, y una buena muestra es este en el que vemos a Juan López de Robredo, cuyo oficio era el de ser bordador del rey Carlos IV.

Es decir, de alguna forma sigue siendo un personaje de la corte, pero eso sí, de un segundo nivel. De hecho, durante mucho tiempo los historiadores no sabían identificar quién era el personaje representado en este lienzo.

Su presencia en la tela es rotunda, ya que el fondo es absolutamente neutro. Así que el bordador, vestido con sus mejores galas y con una pose excesivamente rígida llama poderosamente la atención. Algo que sin duda le encantó al retratado, pero en ello también se puede ver una crítica de Goya a la impostura del personaje.

En realidad, el personaje está luciendo el uniforme al que tenía derecho como ayuda de cámara del rey. Una ropa lujosa y donde los bordados son los grandes protagonistas, y el elemento que más atrae a Goya como pintor, ya que se detiene en ellos para representar brillos y las pinceladas más audaces de toda la obra.

Lo cierto es que la tela es de 1793, y ostentaba ese cargo desde hacía muy poco tiempo, así que tal vez por eso estaba demasiado orgulloso de sus logros, y quizás su relación con el pintor no fuera la mejor. De ahí que lo retrate con ese rostro tan engolado, como si nos mirara por encima del hombro a los espectadores y al propio pintor. Es decir, que a primera vista el personaje no nos cae simpático.

Hay más detalles que nos hablan de la crítica hacia el retratado, siempre muy velada y bajo la apariencia del agasajo. Por ejemplo, vemos que sostiene en sus manos un diseño de motivos decorativos que el bordador iba a llevar a cabo. Unos diseños de un auténtico virtuoso, sin embargo, Goya aprovecha para mostrarnos sus manos, algo no demasiado habitual en sus retratos. Las manos del bordador son sus herramientas, pero Goya hace que nos parezca ya demasiado egocéntrico, porque no solo se ha hecho retratar con un traje demasiado suntuoso, sino que además quiere aparecer con sus diseños en un papel.

En definitiva, que el cuadro tiene su intrahistoria entre los dos personajes, el retratado y el retratista.