Retrato de la Marquesa de Villafranca de Goya
Entre los muchos retratos que realizó Francisco de Goya, este que hizo en 1804 a la Marquesa de Villafranca es muy interesante. Y lo es tanto por su calidad pictórica, como por el tipo de representación elegida.
La mujer retratada es la aristócrata María Tomasa Palafox y Portocarrero. Una dama muy singular dentro de los ambientes cortesanos, ya que desde pequeña, su madre se encargó de que recibiera una cuidada educación y cultura, algo que ella volcó en su pasión por la pintura, y de hecho tan solo un año después de este retrato llegaría a ser nombrada académica de merito en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Y así nos la presenta Goya, pintando a su marido. Con lo cual el resultado es un singular retrato doble del matrimonio.
A la esposa la vemos sentada en un enorme butacón rojo. En una postura de lo más cómoda, no solo por el asiento, sino porque incluso tiene los pies apoyados sobre una almohadón. Otro asunto es la ropa, ya que pese a ser una escena familiar, la vemos vestida con un ampuloso vestido, y es que si la pintaba Goya, el pintor de la corte, tampoco podía aparecer vestida de cualquier manera.
Ella armada con sus pinceles y la paleta parece mirar al modelo que posa fuera del cuadro, su marido Francisco de Borja Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca. Al cual solo vemos por el retrato que supuestamente ha hecho la mujer en el lienzo. La efigie desde ahí mira a su esposa, planteando un juego visual de lo más sugerente. Entre otras cosas porque son miradas de lo más tiernas y de enamorados, ya que en la época, el amor entre esta pareja era de los más admirados y envidiados en la corte madrileña.
Y Goya lo plasma de un modo muy dinámico, con una pincelada enérgica y larga. No se detiene en los detalles más preciosistas, sino en las sensaciones y en la comunicación de la escena. Una obra muy interesante y buen reflejo del trabajo como retratista del pintor aragonés, el cual por cierto a lo largo de su vida pintó a varios miembros de la familia de esta mujer. Por ejemplo a su propia hermana Gabriel, que era la Marquesa de Lazán o su primo el General José de Palafox.
Hoy en día el cuadro lo podemos ver en el Museo del Prado de Madrid. Y si se contempla en persona es curioso buscar el lugar elegido por el gran pintor para colocar su firma. No está en una esquina inferior, como suele ser habitual. Sino que se lee su nombre autografiado en el brazo de la gran butaca.