Retrato de la Reina Charlotte de Thomas Lawrence
La historia de Thomas Lawrence (1769 – 1830) tiene unos orígenes de lo más humildes. Él fue el menor de cinco hermanos dentro de una familia de taberneros. Ya desde muy niño demostró una tremenda habilidad para el dibujo, y su padre ya le encargaba que retratara a los asiduos de la taberna. Así que pronto sus padres vieron que aquel niño les iba a poder mantener.
De este modo pronto lo llevó a Londres y allí empezó a pintar al óleo, y no tardó en exponer en la Royal Academy al tiempo que aumentaba su fama como retratista.
Una muestra de ello es este lienzo (240 x 147 cm) que realizó en 1789. Un ejemplo de que con solo 20 años ya había llegado a retratar a la reina, aunque lo cierto es que la familia real nunca llegó a comprar la obra. Y la razón hay que buscarla en que la pintó con la cabeza descubierta, ya que el pintor no quiso retratarla con el sombrero elegido para la ocasión.
Una actitud que nos habla de su personalidad y también de su carácter presuntuoso, tal y como lo definió la propia reina. Y es que Lawrence llegó a decirle que hablara un poco para así suavizar y animar sus rasgos. Evidentemente no hubo mucho feeling entre ambos, y de hecho se sabe que para concluir la obra acabó posando una de sus damas de compañía, de manera que así pudo fijarse mucho más en ciertos detalles de las joyas o del vestido.
Es en esos elementos donde se aprecia su virtuosismo para la pintura, ya que si se pudiera ver con lupa la obra, se descubre que en los brazaletes hay pinturas miniaturas o las iniciales del rey.
Sin duda es un pintor deslumbrante, algo que se ve en la calidad de las telas, donde se puede distinguir que eran sedas, gasas o el tipo de punto empleado en los bordados. Lawrence vibraba con su trabajo y estaba fascinado por grandes maestros como Van Dyck, Rubens, Rembrandt o Tiziano. A la vez que estaba enfrentado en su tiempo como Sir Joshua Reynolds, de una generación anterior y durante mucho tiempo el pintor preferido en la corte británica.
Lo cierto es que como retratista fue un superdotado, de hecho el rostro de la reina lo dice todo sobre su carácter, y es capaz de plasmar un gesto en el que se ve que es una mujer preocupada, ya que por esas fechas estaba muy preocupada por la salud de su marido, el rey Jorge III.
Pero no solo sabía retratar, también tuvo una gran calidad como paisajista, algo que se aprecia en el paraje que se ve desde la galería. Unas vistas de las tierras de Eton College, tal y como se ve en otoño desde el Castillo de Windsor.