Salterio de Melisenda
Melisenda I de Jerusalén (1105 – 1160) es una mujer muy singular dentro de la historia de la Edad Media. Sus orígenes están en Europa ya que era hija de Balduino II de quién heredó el reino de Jerusalén en el año 1131. Una posesión conquistada en Tierra Santa durante las Cruzadas.
Y ella allí pasaría gran parte de su vida, gobernando esos territorios pese a que tuvo que lidiar muy duramente contar su propio esposo, que pretendía tener más poder que ella. Y después con su hijo Balduino III, quién no se conformó con cogobernar, y quiso enfrentarse a su madre para ser él el amo y señor de Jerusalén. Lo cierto es que acabó venciendo a su madre, la cual mantuvo cierta influencia pero acabó retirada en un convento relativamente alejada del poder.
Su fe le venía de lejos y una buena prueba es este Salterio de Melisenda realizado hacia el año 1135 y que actualmente se conserva en la Biblioteca de Londres. La obra se hizo en el scriptorium de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, y se estima que en su elaboración participaron hasta siete escribas e iluminadores, de los cuales incluso hay un que conocemos su nombre: Basilius, algo absolutamente excepcional en esa época, cuando este tipo de trabajos se consideraban anónimos y muy rara vez se firmaban. En cambio, aquí en la última ilustración se puede leer: Basilius me fecit (Basilio me hizo).
El trabajo en su conjunto es de una gran calidad, sobre todo por las 24 ilustraciones que relatan episodios del Nuevo Testamento. Siempre hechas sobre fondos de oro, lo cual lo vincula con los iconos bizantinos. Además también han llegado hasta neustros días sus cubiertas de marfil donde se plasman escenas de la vida del legendario rey David. Una temática que quizás se pueda relacionar con la idea de mostrar las virtudes que debe tener un buen gobernante.
El caso es que este Salterio reúne en sí mismo todas las características del arte de las Cruzadas, una forma de crear que fusionaba un sinfín de influencias. Desde la tradición católica romana a los ritos y formas de la religión ortodoxa de Oriente. Sin olvidar la influencia de los manuscritos iluminados armenios.
De hecho el propio nombre de Basilio remite a esos influjos, ya que sería un nombre de tradición griego, por lo que quizás fuera un católico que había vivido en Constantinopla conociendo así el arte bizantino. O tal vez había viajado a los monasterios de Armenia descubriendo sus libros.