Stanley y Boodgie de Hockney
David Hockney, pintor inglés nacido en 1937 es uno de los artistas británicos con mayor prestigio y más cotizados en la actualidad. Su labor artística se ha desarrollado en multitud de facetas. No solo como pintor, sino que también como fotógrafo, escenógrafo o impresor. Y en muchas ocasiones ha fundido las técnicas de cada una de esas disciplinas, ya que son tremendamente famosos sus collages en las que une distintos materiales o técnicas.
Además de su versatilidad, Hockney es conocido por su capacidad de reinventarse y mantenerse relevante en el cambiante mundo del arte. A lo largo de su carrera, ha experimentado con diferentes estilos y técnicas, desde el realismo hasta el cubismo, y ha incorporado una variedad de medios en su trabajo, incluyendo pintura al óleo, acuarela, grabado, dibujo, fotografía e incluso aplicaciones de iPad.
Pero por otra parte, siempre ha sido un personaje muy inquieto y muy de su tiempo. De hecho, no extraña que en las últimas décadas se haya volcado hacia el campo tecnológico. Algo más que valorable teniendo en cuenta su edad. Y fruto de ello han sido sus habituales creaciones digitales.
Por otra parte, su actividad como agente cultural también es muy destacable. Porque desde su residencia en California, donde vive temporadas a caballo entre Estados y Unidos y su Inglaterra natal, fue el principal impulsor del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles en 1979. Un acción más dentro de su activismo, que le ha llevado a pronunciarse abiertamente sobre temas sociales y culturales, como los recortes económicos que sufren las políticas de apoyo a las artes.
En definitva, David Hockney ha planteado siempre en todos estos campos una creación sumamente personal. Si hubiera que adscribir su estilo pictórico a algún movimiento de vanguardia, ése seguramente sería el del Art Pop. De hecho, desde los años 60 en que se estableció en Estados Unidos y mantuvo contacto con los grandes representantes de esta corriente artística, especialmente con su icono más célebre: Andy Warhol.
No obstante, como ya se ha dicho, sus creaciones son tremendamente singulares y personales. Como ejemplo de ello se pueden mencionar las numerosas pinturas que dedicó a sus dos perros de raza teckel.
Él mismo dijo que esos perros, llamados Stanley y Boodgie, eran sus más leales compañeros. Y siempre estaban a su lado. Él mismo lo describía así: “se sientan a mi lado y observan como pintó. Además, nunca protestan cuando pongo la música a todo volumen”.
Retratándolos ha creado numerosos lienzos, y no sólo eso. Sino que ha concebido exposiciones en las que todas sus obras estaban protagonizadas por sus perros. Unas exposiciones en las que por cierto no estaban a la venta las obras. Y es que para él estas imágenes de sus perros son de lo más valiosos de su arte y de su vida. Unos perros que deben sus nombres, por un lado a Stanley Laurel, el mítico miembro de la pareja de actores de El Gordo y el Flaco, que era el más querido por parte del padre del artista. Mientras que el otro de sus perros tiene por nombre Boodgie, una palabra infantil que no tiene un significado claro, más allá del cariño que manifiesta.
Además de su amor por sus perros, Hockney también ha demostrado un profundo aprecio por la naturaleza, que se refleja en su obra. Sus paisajes, que a menudo presentan la belleza de la campiña inglesa y la vibrante vida de la costa californiana, son un testimonio de su habilidad para capturar la esencia de un lugar y transmitirlo a través de su arte. A pesar de su avanzada edad, Hockney sigue siendo un artista activo y prolífico, continuando con su incansable exploración del mundo del arte y dejando una huella indeleble en el panorama artístico contemporáneo.