Telón de Parade de Picasso
Esta es la obra más grande pintó jamás Pablo Picasso. Se trata de una gran superficie de 170 metros cuadrados que iba a servir de telón de fondo a la representación de ballet Parade con música del compositor Erik Satie, todo un evento cultural del año 1917 que en su momento fue de lo más polémico, dado que se trata de un vodevil de tono muy satírico.
En realidad se trata de una obra que prácticamente no se ha exhibido, y eso se debe a dos motivos. Por un lado sus enormes dimensiones (más de 10 metros de ancho y 16 de ancho, además de 45 kilos de peso. Lo que evidentemente no se adapta a cualquier museo ni sala de exposiciones, ya que se pensó para servir de fondo en un enorme escenario teatral. Y por otro lado también hay que tener en cuenta el material textil en el que se realizó lo hace extraordinariamente fácil, al estar concebido para un evento temporal.
La propia pintura representa un telón de teatro, ya que todo está rodeado por las imágenes de unos pesados cortinajes rojos. Y ocupando el escenario vemos una mesa en la que se sientan algunos personajes típicos en la iconografía de Picasso, como por ejemplo dos arlequines, un picador de toros, un marinero de aires italianos, una colombina dormida, otra joven que lleva un sombrero puntiagudo y un sirviente negro.
Este grupo de personajes de aspecto circense parecen quedar prendados por la presencia de una yegua que hay en la parte izquierda. Se trata de una yegua blanca y alada que está alimentando a su potrillo y a su vez es la cabalgadura de una joven bailarina de ballet, que además también lleva alas. Esa niña parece bailar sobre la yegua pero ciertamente está intentando capturar a un mono que sube por una escalera tricolor.
Sin duda se trata de una composición bastante extraña. En ella no hay nada del Cubismo que representaba el pintor, y nos plantea una singular mezcla entre las imágenes reales y otras mucho más oníricas. Pero hay que entenderla como lo que fue, un telón de fondo para una representación de ballet en la que confluyeron cuatro genios de la época.
Por un lado estaba el coreógrafo Sergei Diaghiliev que buscaba renovar profundamente a los Ballets Rusos. Por otro lado, estaba un joven escritor irreverente llamado Jean Cocteau, a quien le encargaron un libreto basado en la cultura popular. Además la música corrió a cargo de Erik Satie, cuya vanguardista composición fue criticada con dureza. De hecho, toda la representación, incluido el telón de Picasso, fue considerada como una frivolidad en aquella época en la que se estaban librando los combates de la Primera Guerra Mundial.