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Virgen con niño y dos ángeles, Filippo Lippi

Publicado por Laura Prieto Fernández

Uno de los mayores avances de la pintura renacentista supuso la superación de las formas estáticas que habían caracterizado a la pintura medieval. Dicha superación, no sólo tuvo que ver con una mayor aproximación a la realidad si bien es cierto, que las obras de esta etapa son mucho más realistas y naturalistas que las de la época medieval; sino que además, durante el Quattrocento los modelos iconográficos, sobre todo los religiosos, se acercaron más a formas cotidianas y sencillas. Sus protagonistas adquirieron formas naturalistas acercándose más al espectador.

Fra_Filippo_Lippi_-_Madonna_and_Child_with_two_Angels_-_Uffizi

En este sentido la obra que aquí nos ocupa, Virgen con niño y dos ángeles de Fray Filippo Lippi es una de las mejores muestras al respecto ya que si por algo podemos caracterizar las pinturas de este pintor renacentista es por hacer de las escenas religiosas, una escena amena y cercana para el espectador. De esta manera Fray Filipo Lippi se puede considerar como una especie de precursor de las conocidas Madonas de Rafael con sus formas familiares y sencillas.

Fray Filippo Tomasso Lippo, más conocido sencillamente como Filippo Lippi (1406 – 1469) es uno de los pintores más destacados de la primera generación de artistas del Quattrocento italiano. Su pintura se vio fuertemente influida por los estudios de perspectiva de su maestro Masaccio por lo que sus obras destacan por su colorido impactante y la perspectiva realista que utiliza en sus lienzos. Como su propio nombre indica Filippo Lippi fue fraile en la orden del Carmelo, para su propia congregación realizó numerosas obras de tema religioso y éste es precisamente el género al que dedicó casi todas sus obras pictóricas.

Sin embargo y a pesar de haber consagrado su vida a la religión Fray Filippo Lippi se enamoró de la novicia Lucrezia Buti, ambos colgaron los hábitos y tuvieron un hijo que también fue pintor Filippino Lippi. En la imagen que aquí analizamos encontramos a la amante del pintor como si se tratase de la mismísima Virgen María que devota observa a su hijo con candor mientras éste es sostenido por dos ángeles.

La Virgen se encuentra sedente en un pequeño escabel y ha sido representada con elegantes ropajes y un cuidado tocado en el pelo realizado con un velo transparente y perlas, se encuentra absorta en sus pensamientos con las manos juntas a modo de plegaria y los ojos bajos sin prestar atención al espectador. Por su parte el Niño avanza los brazos hacia su Madre y quizás se observe en éste las formas menos realistas; por último los ángeles que sostienen al pequeño se giran para mirar fijamente al espectador, uno de ellos directamente con un gesto pícaro en su rostro.

Los personajes se disponen en primer plano, junto delante de una ventana que los enmarca y da paso a un paisaje abrupto con grandes roquedos en el que destacan los colores de la gama de los ocres. La luz se disemina por todo el lienzo de manera bastante realista creando pequeños juegos de luces y sombras.