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«Vista de un puerto» de Friedrich

Publicado por Chus

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Uno de los temas principales dentro de la obra de Friedrich es el mar, visto desde la orilla, desde el propio mar hacia la costa, la superficie del mismo, etc. Este cuadro de un puerto fue presentado en una exposición de la Academia de Dresde de 1816 y posteriormente comprado por el rey Federico Guillermo III.

Resulta evidente que su región natal, Pomerania, le inspira directamente los temas de sus cuadros, con mar, costa y puertos, que vive intensamente durante su niñez junto al Báltico. En estos paisajes el pintor no recrea una situación real, sino que en su fantasía pictórica recrea paisajes recordados o soñados.

Esta obra es una pintura de un atardecer, ya que podemos ver entre los mástiles de los dos grandes barcos situados en el plano medio, a la altura de las velas del bergantín, el blanco y delgado trazo de la luna creciente. Ésta divide en dos zonas de luz al cielo que ocupa casi las cuatro quintas partes de la tela, oscureciendo el cielo por debajo de ella, primero en nubes y luego, en capas de color que van desde el amarillo claro hasta un gris castaño apagado y denso, pasando por el anaranjado y el rojo llameante. Por encima de laguna, el plano se ilumina en un transparente azul plateado sobre el que unas nubes grises terminan, en el borde superior del cuadro, por ensombrecer el cielo. En la zona más clara, que separa el gris de las nubes de la iluminación amarillo-rojiza, flota la luna que, desplazada un poco hacia la parte superior, forma el centro de la composición.

Los colores del cielo determinan todo el cuadro, ya que en los barcos domina el gris-castaño, convirtiéndose en un marrón tierra en los cascos de las embarcaciones, mástiles y jarcias. El rojo amarillento se refleja en el agua que aparece rayada e inmóvil como el cielo. Incluso la roja bandera danesa en el palo de la embarcación a remos, articula esa matización de colores que se inspiran en la realidad. Sin embargo, hay algo irreal en esa escena, en la que la luna se encuentra en el sudeste, por encima del reflejo del sol que está poniéndose.

Las naves abren la profundidad del espacio, colgando hacia delante, creciendo gradualmente. En el centro, dejan un callejón que dirige la mirada desde los dos barcos hacia la línea de horizonte sobre la que se encuentra la luna. A derecha e izquierda, el callejón está jalonado por los dos grandes barcos en reposo, surgiendo de la profundidad del agua, apuntando directamente hacia el cielo. El barco de la izquierda vuelve la proa hacia el observador y el más alejado llega con las velas cargadas. El de la derecha, un bergantín, presenta la popa y los barcos que aparecen tras él, también. El barco que se encuentra al fondo en el eje central del cuadro se ve de través, de manera que parece que los barcos en reposo describiesen un arco de herradura.

Los mástiles forman verticales estrictas en contraposición con el cielo rayado horizontalmente y con el agua y las nubes están rasgadas en diagonal, formando un juego de líneas compositivo curioso. Este cuadro comunica al observador la impresión de una gran calma que descansa a nivel formal en la simetría, constatada en el gran barco de la izquierda que se corresponde con la de la derecha, a un bosque de mástiles le corresponde otro bosque de mástiles, etc. El punto de vista del espectador es muy bajo, como si lo estuviese contemplando bajo un puente o tendido sobre el agua. Hay quien cree que Friedrich ve en el puerto un símbolo de la muerte, una estación terminal de la vida, y el cielo un augurio, representando la luna creciente un signo de esperanza.