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Retrato de Jules Dalou de Rodin

Publicado por A. Cerra
Retrato de Jules Dalou de Rodin

Retrato de Jules Dalou de Rodin

En este retrato del escultor Jules Dalou que realizó Auguste Rodin en el año 1883 se demuestra como este creador fue capaz de trasladar al arte de la escultura los preceptos artísticos del Impresionismo, en principio tan propios y exclusivos de la pintura. La obra propiamente dicha fue un busto que Rodin realizó de su gran amigo Dalou a modo de homenaje, ya que éste había logrado la medalla de honor en el Salón de aquel año 1883. La obra hoy forma parte de la que seguramente es la mejor colección de Rodin. Es decir, su propio Museo Rodin situado en el palacete parisino donde vivió y creó su arte, y donde se conserva muchas de sus obras y también sus útiles de trabajo, bocetos, pruebas y muchos de los objetos que le rodearon durante gran parte de su vida.

Rodin tenía una sólida formación artística y había estudiado en profundidad tanto la escultura más clásica como el arte de Miguel Ángel. A partir de ello fue capaz de innovar, sin llegar a provocar un profundo conflicto entre la tradición y la modernidad, como si había ocurrido con la pintura impresionista de Monet o Renoir.

Su portentosa capacidad para la escultura hizo que rápidamente fuera reconocido su talento y pronto fue valorado como un gran maestro, disfrutando de fama, encargos y dinero. Posiblemente el más valorado de su tiempo entre las distintas disciplinas artísticas. No obstante, algunas de sus obras no se libraron de la polémica.

Los críticos que seguían con fervor sus exposiciones, de vez en cuando generaban agrios debates sobre su forma de esculpir y modelar. Y es que Rodin tomó de los modernos pintores impresionistas su despreocupación por los acabados perfectos muy superficiales. Algo que podemos apreciar en esta obra, en la que hay elementos del rostro del personaje que no tienen un acabado excesivamente definido desde un punto de vista naturalista. De hecho, Rodin solía dejaba partes de sus obras abiertas a la imaginación del espectador, para que fuera éste quién las concluyera en su mente tras contemplarlas. E incluso en ocasiones, al igual que hiciera siglos atrás su adorado Miguel Ángel con sus esclavos, llegó a dejar parte de sus esculturas en piedra con trozos sin tallar en absoluto.

En esos casos realmente fue duramente criticado, ya que todavía existía la tendencia de que en una obra de arte debía estar todo completamente acabado, bruñido, lijado y pulido en el caso de la escultura. Sin embargo, que fue todo un carácter, defendía con ello su status de artista y consideraba que era él quién debía decidir cuando una obra estaba acabada, se podía vender y se podía exponer. De alguna forma, Rodin estaba poniendo los cimientos del artista como lo conocemos en la actualidad.