Abadía de Chiaravalle de Milán
La construcción de esta abadía en la ciudad italiana de Milán tuvo lugar entre los años 1150 y 1160, y fue llevada a cabo por monjes cistercienses llegados desde Francia. Así que dadas sus fechas, su emplazamiento y sus constructores, el resultado es tremendamente singular fundiendo en un mismo lugar las influencias del Cister, la arquitectura gótica gala y también el peculiar arte románico de Lombardía.
No obstante, en el actual edificio se pueden observar los añadidos que tuvo a lo largo del tiempo. Como por ejemplo la torre del siglo XVI situada entre dos pequeñas iglesias y que se ha convertido en la puerta de bienvenida al conjunto. Y sobre todo el llamativo campanario que data del 1349. Es una torre muy conocida en Milán, ya que sus campanadas marcaban la jornada laboral no solo para los monjes, sino también para las gentes que trabajaban en los campos de los alrededores.
Por otro lado, esta gran torre es conocida por los milaneses como la ciribiciaccola, que se puede traducir por algo así como el “artilugio inteligente”, ya que posee un diseño muy interesante y ocurrente ideado por el arquitecto Francesco Pecorari. Posee toda una estructura de columnas, varias alturas y numerosas ventanas de forma ojival que pueden ser dobles, triples y hasta cuádruples, que alivian el peso de la torre y también animan su estética.
Además se sabe que Bramante, el gran arquitecto del Renacimiento que tanto trabajó en Milán dejando su huella en edificios como la Basílica de Santa María delle Grazie, también diseñó un claustro para la Abadía de Chiaravalle. Sin embargo se perdió cuando el edificio estaba vacío, algo que ocurrió en el siglo XIX después de que Napoleón aboliera la presencia de las órdenes monásticas en la ciudad lombarda.
No obstante, hace un tiempo que se recuperó la presencia de monjes en la abadía, lo cual ha supuesto una nueva época de recuperación de todo el patrimonio que guarda entre sus muros. E incluso se volvió a levantar el claustro a imagen y semejanza del que hubo antes de ser demolido.
Y Bramante no solo participó en la construcción de un claustro renacentista en un edificio medieval. Además modernizó a finales del siglo XV la Sala Capitular para los monjes. Por cierto, una Sala Capitular que ha llegado bastante bien hasta nuestros días y en la que se conservan tres grafitos con la representación histórica de otros importantes monumentos milaneses, como son su Duomo o Catedral, el castillo de la familia Sforza y también la propia Basílica de Santa María delle Grazie, en cuyos paredes todavía se conserva el mural de La Última Cena de Leonardo da Vinci.