Burroughs Wellcome de Paul Rudolph
El estilo brutalista en arquitectura se convirtió en la segunda mitad del pasado siglo XX en uno de los más utilizados para edificaciones de todo el mundo, desde la Biblioteca Nacional de Argentina en Buenos Aires a la Trellick Tower de Londres. Pero a la vez con el paso de los años, también ha sido un estilo denostado por gran parte de la población y las autoridades, que no han dudado en derrumbar magníficos ejemplares de esta corriente arquitectónica.
Hoy traemos una muestra de uno de esos edificios derribados y que en su momento fue la máxima expresión de la modernidad. Nos referimos al Burroughs Wellcome que construyó en 1969 el arquitecto Paul Rudolph para la compañía farmacéutica del mismo nombre en Carolina del Norte, Estados Unidos. Una construcción que ha permanecido en pie hasta fechas muy recientes, hasta 2021.
Y eso que el edificio era verdaderamente curioso. Su diseño evocaba un barco de guerra, como los que el autor había conocido durante sus años de soldado en la Segunda Guerra Mundial. Al fin y al cabo, el encargo de la compañía farmacéutica surgió con la idea de construir algo “arquitectónicamente significativo”. Y desde luego que su apariencia le concedía ese status. Así como la disposición interna permitía que cumpliera con todas las funciones que se le pedía al inmueble. Incluso preveía el crecimiento orgánico del mismo, si las necesidades de la compañía lo requerían.
De manera que pese al dominio de un material tan duro como el hormigón, la construcción poseía una idea de flexibilidad y de crecimiento. Algo no demasiado raro teniendo en cuanta que el arquitecto Paul Rudolph concibió todo a partir de un patrón de hexágonos aplanados, algo muy similar a lo que hacen las abejas en sus colmenas.
La verdad es que pese a sus funciones como laboratorio y para una empresa privada, es indudable que el Burroughs Wellcome ya había alcanzado el nivel de un monumento. No solo por su potencia visual y sus valores arquitectónicos, también porque incluso había sido parte de rodajes cinematográficos futuristas o en sus instalaciones se habían alcanzado relevantes éxitos de la industria farmacéutica. Pese a ello a los dueños que lo adquirieron en el siglo XXI no les terminaba de gustar su aspecto, y por eso trataron de venderlo. Algo que no fueron capaces de lograr, de forma que solicitaron los permisos pertinentes para su demolición, algo que finalmente lograron pese a la oposición de diversas instituciones.
Y es que como decíamos al principio la arquitectura brutalista no ha resistido a las modas, y son muchos los ejemplos de edificios con este estilo que se ha demolido en las últimas dos décadas.