Emerita Augusta
Emerita Augusta es el topónimo latino utilizado por los colonizadores romanos cuando se establecieron en el solar que en la actualidad es conocido como la ciudad de Mérida, la capital de la presente comunidad autónoma española de Extremadura.
Los yacimientos arqueológicos de época romana en Mérida son cuantiosos, todos ellos de gran valor para el conocimiento histórico de como se estableció la civilización romana en Hispania (la actual España), pero sin duda algunos de esos vestigios tienen también un gran valor artístico.
Uno de estos importantes yacimientos es el conocido como Templo de Diana, un recinto religioso cuyas características arquitectónicas son las habituales en un templo períptero (completamente rodeado de columnas), hexástilo (es decir, con un frente de seis columnas) y de orden corintio (un orden arquitectónico importado de la civilización griega y el más elegante de todos los órdenes clásicos).
Este templo se situaba en la zona del foro de la ciudad, y posiblemente estuviera dedicado a la figura del emperador divinizado, pero se desconocen todos los datos, así como también se ignora la fecha de su construcción.
No era éste, el único templo de Emerita Augusta, ya que se tiene constancia de que existió otro dedicado al dios Marte, sin embargo sus restos fueron aprovechados a lo largo de la historia como material de construcción, entre otras cosas para levantar la actual iglesia de Santa Eulalia de Mérida.
Además de los templos, Emerita Augusta contaba con una serie de edificaciones públicas que reflejaban su importancia como centro administrativo y cultural. Entre ellas se encontraba la basílica, un edificio de planta rectangular que se utilizaba para reuniones de carácter judicial y administrativo. Aunque no se conservan restos de la basílica original, se sabe que estaba ubicada en el foro de la ciudad, junto al Templo de Diana.
Otro edificio relevante era el puente romano, una impresionante obra de ingeniería que cruzaba el río Guadiana y que, con sus 792 metros de longitud, es uno de los más largos de la antigüedad. Aún hoy, este puente sigue en uso y es uno de los símbolos más representativos de la ciudad.
De los restos romanos de Emerita Augusta también llama la atención que se han conservado los edificios que fueron el teatro y el anfiteatro, o sea dos de los recintos típicos de Roma para la celebración de espectáculos populares.
En cuanto al teatro, se sabe que se inauguró en el año 15 antes de Cristo, siendo emperador Augusto, y que el principal mecenas de la obra fue Agripa. Para su construcción se aprovechó la existencia de una ladera natural, y a lo largo de la ocupación romana fue sufriendo diversos cambios y transformaciones. Por ejemplo, se sabe que la zona de la escena que hoy se observa fue reconstruida en torno al año 100.
El teatro era muy importante en la cultura romana y tenía cierto carácter sagrado. De hecho en el teatro de Mérida se puede apreciar que al fondo de la escena hay un pórtico dedicado al culto imperial, y ahí han aparecido esculturas de dioses como Plutón, Ceres o Proserpina. Y además en la parte superior de la cavea también habría un templo.
En lo referente al anfiteatro, se puede asegurar que es del año 8 antes de Cristo. Se conserva en bastante buen estado y se pueden distinguir las antiguas celdas para animales y gladiadores, así como en la zona de la grada se reconoce la tribuna. Incluso se ven las trazas de lo que fue una enorme piscina para representar batallas navales, las conocidas naumaquias.
También se ha identificado el yacimiento de lo que fue el circo, construido a principios del siglo I después de Cristo, es decir durante la época augusta.
Y no acaban aquí los yacimientos de época romana en Mérida, hay muchos más, pero otro que merece nombrarse es el gran arco que se conserva de lo que fue el Arco de Trajano, por el que se accedía al foro provincial.
Además de estas edificaciones, Emerita Augusta contaba con una serie de infraestructuras que facilitaban la vida cotidiana de sus habitantes. Entre ellas se encontraba el acueducto, que permitía el abastecimiento de agua a la ciudad, y las termas, edificios públicos donde los ciudadanos podían bañarse y socializar. Aunque no se conservan en su totalidad, los restos de estas construcciones dan testimonio de la avanzada ingeniería y el alto nivel de vida que disfrutaban los habitantes de esta ciudad romana.