Herodion
El Herodion es una de las grandes construcciones que parcialmente han llegado hasta nuestros días de Herodes el Grande (73 a. C. – 4 d. C.), rey de Judea, Galilea y otros territorios de la actual Tierra Santa. Un personaje que supo relacionarse con los hombres más poderosos de la Roma de su tiempo, incluidos Marco Antonio o César Augusto, para gobernar aunque fuera en calidad de rey vasallo de Roma. Y lo hizo con mano de hierro, con diversos episodios de gran crueldad, aunque de todos ellos posiblemente el más famoso sea el capítulo bíblico de la Matanza de los Inocentes.
No obstante, junto a esa ansía de poder y falta de escrúpulos, también tenía una visión destacada de lo que suponía construir un legado a través de grandes edificaciones. Y promovió varias de ellas, si bien todas están en la actualidad o bien en un estado parcial, como el Muro de las Lamentaciones de Jerusalén que era parte del denominado Templo de Herodes o Segundo Templo de Jerusalén.
Mientras que otras de sus construcciones hoy en día son yacimientos arqueológicos, y entre ellas destaca este Herodion que fue su fortaleza y también su palacio, de hecho casi lo concibió como un gigantesco mausoleo para que fuera allí enterrado.
El yacimiento se halla en una colina que se eleva sobre el desierto y a unos 800 metros sobre el nivel del mar. A su vez se divide en dos partes. Una inferior, con diversos edificios. Y la superior donde estaba la fortaleza y el palacio en sí mismo. Se trata de un espacio circular fortificado, todo el amurallado en dos lienzos concéntricos y con cuatro torres orientadas hacia los puntos cardinales.
El conjunto era de un tamaño más que destacado, ya que alcanzaría los 30 metros de altura para distribuir siete plantas, dos de ellas ubicadas en los cimientos subterráneos de la estructura. Y en el centro se abría un gran patio palaciego. Todo era monumentalidad, y el rey no reparó en gastos en cuanto a la construcción. De hecho, la propia colina, una vez acabada la fortaleza y el palacio de la cúspide, fue alisada, remarcando su perfil cónico y hasta cubriendo de piedras sus superficie. Y cubriendo también la escalera de acceso hasta la parte superior. Además se realizaron cisternas y canales para la distribución del agua.
Por otra parte las crónicas hablan de la lujosa decoración de las estancias palaciegas, donde no faltaban mosaicos o pinturas, e incluso había un jardín en la parte alta. Y por supuesto no faltaban los típicos baños de aguas termales de esta cultura. Todo ello se sabe por las crónicas históricas y también por la infinidad de vestigios arqueológicos que se han extraído del lugar. Algo que como tantas cosas en esta parte del mundo es punto de conflicto y de enfrentamiento, ya que los restos del Herodion se hallan en la Cisjordania ocupada, a unos 12 kilómetros de la ciudad de Jerusalén. O sea, en territorio de la Palestina musulmana ocupado por el ejército del estado judío de Israel.