Monasterio de Batalha
El Convento de Santa María de la Victoria está muy vinculado con algunos importantes acontecimientos claves en el desarrollo del Reino de Portugal. De hecho, fue una obra promovida por el propio rey Juan I de Portugal tras la decisiva batalla de la Aljubarrota de 1385, en la que los ejércitos lusos se enfrentaron a los de Castilla, venciéndolos y dando un paso decisivo en su independencia. De ahí el propio nombre del monasterio de Santa María de Victoria, si bien es más conocido como Monasterio de Batalha.
El convento fue confiado a la orden de los dominicos, los cuales junto a los franciscanos, son los grandes responsables de la expansión de la arquitectura gótica en Portugal. Y la obra de la parte de la iglesia en sí recayó en el maestro Alfonso Domingues que la comenzó en 1388 y se inspiró claramente en un monasterio cisterciense muy cercano. El de Alcobaça.
Es decir que lo que proyectó Domingues es bastante fiel a la esencia del gótico inicial portugués muy relacionado con la arquitectura del Císter. De ahí esa iglesia de tres naves muy largas que se convierten en cinco en el crucero y en la cabecera, donde hay otras cinco capillas muy profundas, todas rectas, salvo la central que es poligonal.
Sin embargo este maestro de obras murió en 1402 y para entonces no se había hecho la cubierta del templo. Así que con la llegada de Huguet, el segundo jefe de la obra, se decidió cambiar el planteamiento inicial y fue entonces cuando se hizo la nave central más alta que las laterales, de manera que así la nave central se podía iluminar directamente, siguiendo así una influencia vista muy lejos, en los templos góticos ingleses del Perpendicular Style.
El mismo maestro Huguet fue el que proyectó la fachada de la iglesia, así como el primer claustro, que es el más próximo al templo y también el más grande que posee este monasterio. Además en la misma época se construiría la sala capitular con una preciosa bóveda estrella cuyos nervios partes directamente de los muros de la estancia. E igualmente Huguet proyectó la capilla funeraria del rey Juan I, fundador del convento, la cual se ubica a la derecha de la fachada principal y tiene una planta cuadrada, si bien en el interior sus formas recuerdan un octógono.
No es esta la única capilla funeraria del Monasterio de Batalha, ya que años más tarde, otro rey, Eduardo I fallecido en 1438, mandó construirse la suya con unas dimensiones mayores, en una forma de gran rotonda con 8 capillas radiales, ubicada de manera anexa a la cabecera de la iglesia.
Y aún habría más añadidos en el monasterio durante todo el siglo XV y comienzos del XVI. Sería entonces cuando se incorporó un segundo claustro más pequeño y austero. Así como el maestro de obras Mateu Fernandes hizo la gran puerta monumental del conjunto. Y posteriormente se fueron haciendo otros añadidos, pero ya no en estilo gótico, sino con las formas del incipiente estilo manuelino, el arte portugués por excelencia y que tiene una de sus grandes referencias en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa.