Monasterio de San Juan de Duero
Estamos ante los restos de un claustro que se hicieron construir los monjes guerreros de la Orden Militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Los cuales, al igual que otras órdenes miliares como los Templarios, contaban con monasterios y templos repartidos por media Europa. En este caso se trata de los vestigios del monasterio de San Juan de Duero en la ciudad española y castellana de Soria.
El conjunto se levantó en el siglo XII y en sus dependendencias hubo vida monacal hasta el siglo XVIII. Sin embargo, entonces se deshabitó y así ha permanecido hasta la actualidad. Lo cual ha acarreado la pérdida de muchas de sus partes. De modo que hoy en día lo más valioso del conjunto son los más de 40 arcos que se conservan de lo que fue el claustro.
Se trata de una forma un tanto irregular, tanto por sus dimensiones, como por los efectos visuales que genera esa peculiar forma achaflanada en los ángulos, que evita el más clásico ángulo recto donde se unían los corredores internos de los claustros medievales, como por ejemplo en Santo Domingo de Silos.
Además hoy en día en el claustro de San Juan de Duero se pueden apreciar partes de distintas épocas. El ángulo noroeste es el más antiguo y el que tiene la forma más habitual del románico, a base del arco de medio punto y un basamento corrido. Mientras que en los otros lados se van incorporando otros elementos. En el noreste, no hay basamentos y las columnas tienen fustes cruciformes, mientras que los arcos son tumidos, o sea entre apuntados y de herradura. Estos mismos arcos, cruzados entre sí aparecen en la parte sudeste, pero ahora las columnas son de sección cuadrada y acanaladas Y en el cuarto lateral, el sudoeste, las columnas son de doble fuste, base circular y capiteles ornamentados, y en cuanto a los arcos son apuntados y entrecruzados.
Todo eso es fruto de varias épocas y diversas influencias. Hay románico, pero también aires islámicos, mudéjares e incluso influjos del incipiente gótico, ya que la construcción se alargaría hasta el siglo XIII. Sin duda, es una joya extraordinaria por su amalgama de formas y singularidad.
Algo que se complementa con los restos de la iglesia del monasterio. En comparación, extraordinariamente sencilla. Es de una sola nave con presbiterio, y cubierta a base de bóveda de cañón apuntado y de horno para la cabecera. Lo más singular son los dos templetes que hay a los lados del presbiterio, los cuales recuerdan a los iconostasio del rito ortodoxo, y gracias a los cuales se podía ocultar la cabecera del templo y al sacerdote en ciertos actos ceremoniales.