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Palacio de la Federación de Belgrado

Publicado por A. Cerra

Palacio de Serbia en Belgrado

Algunos edificios, más allá de su belleza o sus grandes logros en el campo de la construcción y la creatividad, merecen forma parte de la Historia del Arte con mayúsculas por ser un fiel reflejo del momento en que se diseñaron. Son como el mejor relato de una época, pero materializado en volumen y espacio. Pues bien, un caso fabuloso de ello es el Palacio de la Federación que hay en Belgrado, la capital de Serbia.

Si bien cuando se construyó esta ciudad era la capital de un estado más grande y complejo: Yugoslavia surgido a partir de la Segunda Guerra Mundial.

La construcción del edificio comenzó en 1947 y no fue inaugurado hasta 1961. Un largo periodo en el que ejercía el poder el Mariscal Tito, en los primeros años muy vinculado con el la URSS de Stalin. Si bien con el paso de los años se fue alejando de esa influencia, aunque nunca terminó de desprenderse de ella.

Esta alianza con la poderosa Unión Soviética al principio fue muy importante, ya que el Palacio de la Federación se integraba dentro de un plan urbanístico muy ambicioso. Se quería construir la Nueva Belgrado en un terreno fangoso que nunca se había conseguido ocupar. Sin embargo, bajo los ideales del Comunismo se consiguió levantar este barrio nuevo, con muchos detalles de concepto que se pueden vincular con los proyectos urbanísticos de Le Corbusier.

No obstante, en el caso de la Nueva Belgrado había un edificio que tenía que destacar entre el conjunto. Y ese era el Palacio de la Federación que diseñó el arquitecto Vladimir Potocnjak y su equipo: Dragica Perk y Zlatko Nojman. Aunque la grandiosidad de su construcción y un enfriamiento en la relación entre Tito y Stalin, hizo que se pararan las obras, y que no se reanudaran hasta 1954. Y para entonces el proyecto lo dirigía otro arquitecto, Mihajlo Jankovic, quien hizo importantes cambios, sobre todo modernizando algunos de los conceptos iniciales, y en los que se descubre que este arquitecto había iniciado su formación con la Escuela Bauhaus.

Lo que no cambió sustancialmente era cierto tono grandilocuente que caracteriza a otras construcciones de los países de la órbita soviética, con el Palacio del Parlamento de Bucarest como máximo exponente. Basta saber con que el edificio dispone de casi 750 habitaciones, con 13 salas de conferencias, seis grandes salas y el salón más grande de todos, que se llamaba Salón Yugoslavia y ahora es el Salón de Serbia.

Y es que las aportaciones de Jankovic tampoco variaron el espíritu de unión de diversas repúblicas que plasmaba Yugoslavia y que aquí se quería materializar. De hecho en el interior lo más característico son los salones que se dedican a cada una de esas repúblicas: Serbia, Croacia, Bosnia, Eslovenia, Montenegro y Macedonia. Cada uno de esos salones con un tamaño acorde a la importancia de esos territorios e incorporando elementos decorativos, desde alfombras, mobiliario o lámparas alusivas a las artes, las tradiciones o el paisaje de cada uno de esas repúblicas. Las cuales hoy en día son independientes, algo que supuso mucho derramamiento de sangre en la década de los noventa con la conocida, eterna y cruenta Guerra de los Balcanes.