El Palacio de Diocleciano
En la ciudad croata de Split, la segunda del país, se halla el enorme Palacio del emperador Diocleciano (245 – 313). Se trata de un gigantesco palacio que hoy en realidad se ha convertido en su integridad en el casco viejo de Split, y no es un monumento en sí mismo, sino un enorme barrio que sirve de vivienda para más de tres millares de personas, repleto de casas, negocios y tiendas que se alternan con antiguos templos, vestigios arqueológicos y construcciones de época romana.
El emperador Diocleciano, que ha pasado a la historia tanto por sus reformas como por la persecución que llevó a cabo contra los primeros cristianos, hizo construirse este palacio en la costa de la actual Croacia, antaño llamada Dalmacia, entre los años 295 y 305. Siendo el resultado final una colosal residencia imperial de más de 30.000 metros cuadrados, la cual fue su residencia, y también la de otros emperadores posteriores que supieron apreciar el paradisiaco emplazamiento de esta población.
Situó el Palacio mirando hacia el mar Adriático, y hoy en día pese a los innumerables cambios que ha sufrido la construcción a lo largo de su historia y sus muchos ocupantes, se encuentra entre el listado de edificio que engrosan el Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO.
Para su construcción, Diocleciano hizo traer piedra blanca de la cercana isla croata de Brac, pero además no dudo en hacer traer otros elementos más antiguos procedentes de edificios romanos y también de la civilización griega, e incluso llevó hasta allí esfinges de Egipto.
En realidad, la construcción se concibió tanto como magnífica residencia como resistente fortaleza, de ahí sus imponentes murallas que en cierto puntos superan los 25 metros de altura. Mientras que las dimensiones en superficie del palacio alcanzan los 215 metros en el eje este-oeste y los 180 de norte a sur. Y las murallas al interior palaciego se abren por cuatro puertas, una en cada lado, que llevan el nombre de metales preciosos de la época.
Todo el palacio se organiza como si en sí mismo fuera una ciudad típica romana, articulada por una vía principal o Decumanus que separa la zona más residencial de otra en la que hay diferentes templos, así como espacios que fueron salones de gala para la recepciones del emperador.
Lógicamente con el paso de los siglos, el palacio ha sido muy modificado. Por eso, junto a templos de carácter latino como el dedicado a Júpiter se encuentran edificios de otras culturas como la iglesia prerrománica de Amir o el palacio medieval de Amir, además de la propia catedral de la ciudad, consagrada bajo la advocación de San Dominius. Y también en el interior de lo que fue el palacio, diferentes edificios se han dedicado a albergar varios museos de carácter histórico, imprescindibles para conocer la peculiar historia de este descomunal palacio convertido en el siglo XXI en un singular espacio urbano, único en el mundo.