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Palacio de la Secesión vienesa

Publicado por A. Cerra

Palacio de la Secesión vienesa

El movimiento de la Secesión en Viena en los años finales del siglo XIX y los primeros del XX siempre se relaciona con pintores, especialmente con Gustav Klimt y sus obras maestras como El beso. Pero en realidad, se trata de una corriente artística que aglutinó a creadores de diversas disciplinas, desde pintores hasta arquitectos, pasando por escultores, esmaltadores, grabadores, etc…

Todos ellos tienen en común su enfrentamiento con todo lo que tenga que ver con lo académico, tanto con sus formas como con su ideal moralizante y de control por parte de las autoridades.

Ellos consideran que una obra de arte tiene que expresar sobre todo la personalidad de quien la concibe y realiza. Pero además con ello plasma su compromiso con la sociedad en la que vive.

Esos son los principios que debieron inspirar al arquitecto Joseph Maria Olbrich cuando entre los años 1897 y 1898 diseñó este Palacio de la Secesión en Viena.

Todo el volumen del edificio es de una enorme modernidad en la época. Se compone claramente a partir de las figuras geométricas más básicas y elementales. Es decir, se distinguen a la perfección cada cuerpo cúbico y esférico. Es una idea de rabiosa innovación en su momento. Aparentemente todo es muy simple, pero esas geometrías luego se engalanan con densos elementos vegetales que lo ornamenta. Es la idea que se generó entonces de una “arquitectura pintura”, la creación de un telón para la ornamentación.

Eso alcanza la máxima expresión en la cúpula dorada que hay sobre la puerta y que culmina la línea vertical desde la escalinata de acceso. Es una cúpula que viene a simular la gran copa de un árbol, ya que en todo su recorrido semiesférico está cubierta de vegetación. Lo cual expresa otra idea recurrente en el movimiento de la Secesión vienesa, y es la vinculación entre arte y naturaleza.

Y en la base de esa cúpula podemos leer un lema bastante clarificador de la idea renovadora de estos creadores austriacos, ya que se lee: “A cada tiempo su arte, y al arte su libertad”. Mientras que sobre la puerta de entrada se ven tres cabezas de medusa, unos elementos iconográficos que vienen a representar la armonía entre arquitectura, escultura y pintura.

Al fin y al cabo este edificio de Olbrich, uno de los máximos portavoces del movimiento, se construyó para poder acoger las exposiciones de los artistas de este estilo. Un estilo que sin duda se integra dentro del Modernismo, pero que al mismo tiempo su sobriedad, sobre todo en la arquitectura lo convierte en un verdadero antecedente para los edificios más vanguardistas que se iban a construir pocos años después en otros lugares de Europa.