Atenea y Marsias de Miron
Mirón es uno de los artistas más conocidos de esculturas marmóreas del periodo clásico del Arte Griego, es decir a mediados del siglo V antes de Cristo. Y sin embargo, en su época lo que se alaba especialmente de él era su habilidad para realizar esculturas en bronce, las cuales lamentablemente no han llegado ninguna hasta nuestros días. Por ello conocemos su arte gracias a las copias en mármol que se realizaron durante los tiempos de la Roma Imperial, momento en el que se realizaron copias de este grupo escultórico de Atenea y Marsias, así como de la obra más famosa de Mirón, que no es otra que su Discóbolo.
En este grupo a escala natural que en la actualidad se puede ver expuesto en los museos de la Ciudad del Vaticano, vemos por un lado la figura de Marsias, que es un sátiro que quiere agarrar del suelo la flauta que le ha arrojado la diosa Atenea. Podemos ver que Marsias va desnudo, lo que nos permite apreciar sus formas anatómicas con detalles, ya que el artista ha trabajado todo el cuerpo con mucho detalle.
Por otra parte la posición del sátiro es una verdadera innovación, ya que al igual que otras esculturas del periodo clásico se nos plantea un movimiento congelado, que en este caso consiste en un gesto que le hace retroceder pero que lleva implícito el siguiente paso que va a dar hacia adelante.
En cuanto a figura de Atenea, en este caso la diosa aparece vestida, siguiendo la línea de las estatuas de peplo (la túnica femenina) del primer clasicismo, donde la falda recuerda las acanaladuras de las columnas, aunque esa rigidez de obras anteriores del llamado Estilo Severo como el relieve de la Atenea pensante o la escultura del Auriga de Delfos, aquí desparece, por la postura de la diosa, y sobre todo su rodilla izquierda que hace que se rompa esa rigidez.
Con esa postura, nos presenta a la diosa como un personaje muy relajado, pero al mismo tiempo en un sutil movimiento, que de alguna forma es la contrapartida ideal al gesto que a su lado está haciendo el sátiro Marsias. Lamentablemente no ha llegado hasta nuestro tiempo todo el grupo escultórico completo, pero seguro que si pudieramos contemplarlo de forma íntegra, el resultado sería de una gran armonía, consiguiendo un equilibrio absoluto entre las posturas, los gestos y las expresiones de ambas figuras mitológicas.