Cabeza de Medusa de Bernini
Son muchos los artistas que representaron el mito de la Medusa, y obras cimeras en este sentido pueden ser tanto la escultura de Perseo que realizó Cellini, como la pintura de Caravaggio. Y por supuesto en esta triada también hay que incluir esta Cabeza de Medusa que labró Gianlorenzo Bernini en el año 1630 y que actualmente se expone en los Museos Capitolinos de Roma.
Medusa fue un personaje mitológico de la Antigua Grecia que se contaba que era una joven extraordinariamente bella, entre otras cosas por sus cabellos dorados. Con todos sus encantos fascinó al mismísimo dios del mar, Poseidón, de cuyas relaciones nació el caballo Pegaso. No obstante, aquellas relaciones sexuales tuvieron lugar en el templo de Atenea, algo que esa diosa no iba a permitir y dejar sin venganza. De manera que transformó los cabellos de Medusa en serpientes, convirtiéndola en un ser monstruoso, que después acabó decapitando Perseo, el cual además le llevó esa cabeza a Atenea para que se la pusiera en su escudo de guerra, de manera que el enemigo solo con ver tan horrible imagen ya se espantara.
De toda esa truculenta historia, Bernini eligió precisamente el momento en el que la joven se mira al espejo y ve como su melena se está poblando de horribles serpientes. De alguna forma se queda petrificada, y el vanidoso de Bernini juega con esa idea, como queriendo plasmar que también el espectador se va a quedar petrificado al contemplar su maravilloso arte.
Y ciertamente es una obra notable del gran artista barroco. Un autor capaz de generar grandes conjuntos de lo más teatral como se célebre Éxtasis de Santa Teresa hasta grupos escultóricos llenos de movimiento como su Neptuno y Tritón. Y por supuesto también maravillosos retratos en forma de busto como el de Constanza Bonarelli. Y una mezcla de toda esa teatralidad, dinamismo e individualidad sería esta Cabeza de Medusa.
En este mármol, el artista plasma toda su maestría con algunos elementos propios del arte barroco, en especial por su capacidad para generar animados juegos lumínicos y de contrastes. Además de que pone toda su habilidad para dotar de expresividad a ese rostro, que de una forma muy clara está horrorizado por lo que contempla. Y por último hay que destacar el dinamismo, el movimiento y la vida que consigue darle a la piedra, algo que aquí se manifiesta de forma sorprendente, ya que vemos como el cabello se transforma en serpientes ante nuestros ojos.