Capilla de los Corporales de Daroca
La Colegiata de la monumental ciudad española de Daroca se va a convertir durante gran parte del siglo XV en uno de los grandes epicentros de la escultura gótica en el Reino de Aragón, precisamente en las décadas anteriores a la conquista del reino nazarí de Granada durante el reinado de los Reyes Católicos.
Y esa importancia de este templo darocense se debe principalmente a la realización de esta espectacular capilla, la cual en realidad se compone de “dos retablos” y dos espacios distintos.
Por un lado, hay que hablar de la capilla propiamente dicha, y además está el camarín, una capillita más pequeña situada tras el altar, donde se encuentra el retablo dedicado a acoger los venerados Corporales.
Todo el conjunto está profusamente decorado y nada más mirarlo vienen inmediatamente a la cabeza las características del Gótico flamígero, la corriente gótica más ornamental y recargada. No obstante, también se puede apreciar una influencia muy importante, y es la de la escultura del ducado de Borgoña, y más en concreto la vinculada con el gran Klaus de Werbe, autor de obras como la Tumba de Juan Sin Miedo o las esculturas de Saint-Seine.
De los dos retablos, el dedicado más propiamente a los Corporales está ubicado en los muros del camarín es posterior, ya que se realizaría durante la segunda mitad del siglo XV. Y a su conclusión, y ya en tiempos de los Reyes Católicos se ejecutaron las obras en el espacio previo. Por esa razón, todo el conjunto fue durante muchos años un centro artístico de primer nivel.
En cuanto a los relieves de los Corporales, están dedicados a narrar la historia de esas reliquias. Se relata como unos caballeros del Reino de Aragón se hallaban en Oriente haciendo sus conquistas en Tierra Santa, y antes de un combate, guardaron sus hostias consagradas para que no se rompieran. Pero tras la batalla las volvieron a sacar para comulgar y entonces las encontraron ensangrentadas.
Aquello lo tomaron por un milagro y consideraron que eran unas reliquias de gran valor, tanto que todos querían llevarlas consigo a su vuelta. Pero como no se pudieron de acuerdo en quien las debía poseer, decidieron cargarlas en una mula y que el animal se fuera a su libre albedrío. Allá donde se parara, allí se quedarían las reliquias.
Pues bien, aquella mula, según el relato, llegó hasta Daroca, donde agotada. Por eso se decidió construir allí está Colegiata.