El pugilista
Algunas de las esculturas más emblemáticas del arte griego están inspiradas en los deportistas que participaban en los Juegos Olímpicos. Son ejemplo por todos conocidos el célebre Discóbolo o el Doríforo que nos presenta a un lanzador de jabalina en actitud de descanso.
También está en reposo este Pugilista, ya que este tipo de luchadores también participaban en los juegos. De hecho solía haber un calendario muy completo de deportes en las fiestas en honor de Zeus Olímpico que dieron origen a las actuales Olimpiadas.
El primer día de este evento que tenía lugar en la ciudad de Olimpia se dedicaba únicamente a la recepción de las delegaciones. Y la competición empezaba en la segunda jornada con los participantes más jóvenes. El tercer día llegaba el turno de carreras de carros, caballos y el pentatlón compuesto por diversas disciplinas como salto de longitud, lanzamiento de disco o lucha. Y el cuarto día se celebraba el atletismo tal y como lo concebían los griegos, ya que había pruebas de carreras o saltos, pero también se incluía el boxeo, en el que podría participar un pugilista como el que vemos en esta obra de bronce que hoy se conserva en el Museo Nacional Romano.
Y es que la escultura se encontró en las termas de Constantino, por eso también se conoce como El Púgil de las Termas.
La obra es de una enorme calidad, sobre todo por el tremendo realismo de la representación. Lo vemos sentado, descansado y casi exhausto. Acaba de terminar un combate. Se gira y levanta la cabeza, lo hace para mostrarnos un rostro repleto de cicatrices y heridas, algunas recientes y otras son fruto de su larga trayectoria como luchador, ya que tiene la nariz rota y desviada, o se distinguen un corte en la oreja.
Curiosamente en el cuerpo no se aprecian, heridas solo un torso, brazos y piernas musculadas, como no puede ser de otra forma en un atleta de este tipo. En las manos y antebrazos se distinguen unas tiras de cuero, que son el antecedente de los guantes que conocemos hoy en día. Por cierto, estos luchadores practicaban diversas disciplinas asimilables a lo que hoy conocemos como boxeo, como lucha libre o evidentemente también con lo que actualmente se denomina lucha grecorromana.
La escultura es de enorme calidad, y curiosamente se ven notas de color que potenciaban su realismo. Lamentablemente los ojos estaban incrustados y han desaparecido, lo que le daría más expresividad. Pero al menos se ven incrustaciones de cobre rojo entre los dedos, e incluso en el rostro, lo cual se identifica rápidamente con sangre. Sin duda es un ejemplo maravilloso de la calidad, veracidad y recargamiento que alcanzó el arte escultórico griego a partir del siglo IV antes de Cristo.