Gálata moribundo
No se sabe a ciencia cierta la fecha en que fue realizada esta escultura. Se estima que se tallaría entre los años 240 y 200 antes de Cristo. Lo que sí se sabe es que formaba parte de un conjunto más amplio de esculturas que mandó construir el rey Atalo I para conmemorar su victoria sobre los gálatas, una tribu celta que había llegado tiempo atrás a tierras de Asia Menor y que saqueaban a sus habitantes, entre otros a los vecinos de la ciudad de Pérgamo, donde reinaba este rey.
Por ello, tras vencerlos decidió impulsar la construcción de este monumento del que tan sólo nos han llegado algunas partes, y siempre gracias a copias que se hicieron posteriormente, durante la época romana. Un ejemplo es este Gálata moribundo hecho en mármol y conservado en el museo del Capitolio de Roma. Y también se conserva otra escultura de aquel conjunto, titula Gálata suicida, también gracias a una copia romana marmórea, y eso que la escultura original se realizó en bronce e incluso por duplicado, ya que el propio rey Atalo I se encargó de que tras la original situada en Pérgamo (en la actual Turquía) se hiciera una copia idéntica que regaló a la ciudad de Atenas, pero de ninguna de los dos se han hallado vestigios.
Se trata de una obra típica del periodo helenístico, extremadamente naturalista y agitado, como demuestran las obras más importantes de la época como son la Victoria de Samotracia o el grupo del Laocoonte.
Aquí vemos a un personaje perfectamente identificable con su etnia celta, ya que tiene el pelo crespo y luce bigote, además de que su armamento y la trompeta en espiral que porta pertenecieron a las tribus celtas.
El objetivo de la escultura en ensalzar al enemigo, para así ensalzar todavía más a su vencedor. Por eso el gálata muere dignamente y sufriendo como se ve en los surcos de dolor que recorren su cara, proporcionándole una expresión de tensión y un cuerpo torturado donde se ve claramente la herida de la que brota sangre en su costado derecho. Así, herido de muerte, se desploma sobre su escudo y abandona en el suelo su espada.
Observando con atención la obra se puede ver que quién la realizó hizo un verdadero estudio de anatomía, para luego dotar, gracias a su arte, a todo ese cuerpo la angustia de una muerte dolorosa. Basta ver las profundas líneas del pecho y el vientre, o las venas dilatadas en brazos y piernas.
Este gálata no sería la escultura principal del conjunto. Representaría a uno de los caudillos que acompañaban a su jefe en el momento de la derrota. Ese jefe es el representado en la obra el Gálata suicida, que aparece clavándose a sí mismo un cuchillo en el cuello, aunque al mismo tiempo parece retar con la mirada a su enemigo. Es decir, se pretendía mostrar toda la ferocidad y valentía de los gálatas, para así dar mucho más valor a la victoria que Atalo I le inflingió.
Además de su importancia histórica, el Gálata moribundo es un ejemplo extraordinario de la habilidad de los escultores helenísticos para capturar la emoción humana en piedra. La expresión de dolor y resignación en el rostro del gálata es conmovedora, y su cuerpo, aunque claramente fuerte y musculoso, parece casi frágil en su derrota. Este contraste entre la fuerza física y la vulnerabilidad emocional es una de las características que hacen que esta escultura sea tan fascinante y memorable.
La posición del gálata, desplomándose sobre su escudo, también es notable. En lugar de caer de frente, como podría esperarse de un guerrero en batalla, se inclina hacia un lado, como si estuviera tratando de protegerse de más daño. Esta postura, junto con la expresión de su rostro, sugiere que está consciente de su destino y lo acepta con dignidad.
Además, es importante destacar que la escultura del Gálata moribundo es un testimonio de la visión de Atalo I sobre la guerra y la victoria. En lugar de representar a los gálatas como enemigos deshumanizados, los muestra como seres humanos con emociones y sufrimientos. Esto podría interpretarse como un intento de Atalo I de mostrar su respeto por sus enemigos, a pesar de la brutalidad de la guerra.
Finalmente, la escultura también es un recordatorio de la efímera naturaleza de la vida y la inevitabilidad de la muerte. A pesar de su fuerza y valentía, el gálata no pudo evitar su destino. Esta es una lección que sigue siendo relevante hoy en día, y es uno de los motivos por los que el Gálata moribundo sigue siendo una obra de arte tan poderosa y conmovedora.